La Biblia dice en Proverbios 23:13
“No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.”
Introducción
La infancia es el tiempo de formación por excelencia. Las virtudes y los vicios se anidan en el corazón durante la edad temprana. Hombres y mujeres nacen con necedad y la manifiestan cuando son pequeños y por ello es necesario corregirla a buena edad para que ya de adultos puedan vivir con límites y responsabilidades.
La idea esencial de este desafío es que a los niños no se les puede dejar sin castigos por sus conductas equivocadas. En estricto sentido es necesario que los adultos comprendan que los niños requieren disciplina y que de ningún modo se les puede dejar sin sancionar sus actitudes dañinas.
La infancia es el tiempo exacto para formar a los que después serán adultos. En un principio o inicialmente le corresponde a los padres la facultad y la obligación de cuidar como se desarrollan sus vástagos y ello incluye primariamente amor, compresión, cariño y cuidado, pero a la par sanciones si esas pequeñas criaturas manifiestan acciones inapropiadas.
La niñez es una etapa de la vida en que los seres humanos son sumamente vulnerables y requieren mucha protección y cuidado tanto de otros como de ellos mismos. El desafío que en esta ocasión plantean los sabios de Israel surge debido a que desde hace muchos siglos han existido padres que no quieren corregir a sus hijos por amor excesivo o por desgano.
Sucede hasta en las mejores familias o hasta en los personajes más afamados o brillantes que dejan a sus hijos sin disciplina y sin castigo por sus caprichos y malos deseos que a la larga se convierten en grandes problemas para ellos mismos, para los padres y por supuesto para la sociedad.
Un triste ejemplo de esta verdad la encontramos en el rey David que tuvo muchos hijos, pero que dos de ellos le disputaron el reino aun cuando todavía vivía. Me refiero a Absalón, primeramente y a Adonías, en segundo lugar. Sobre ellos la Escritura dice lo siguiente sobre Adonías.
Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía, 7 Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y estos le dieron su apoyo. (1 Reyes 1:6-7).
Finalmente Adonías murió ya que el rey de Israel fue Salomón y él pereció por su obstinación y rebeldía como una muestra que la falta de disciplina y correción en la vida de las personas termina por arrebatarles la propia existencia.
30 desafíos dichos por los sabios
El desafío de una infancia con disciplina
A. Porque muchos rehúyen castigar
B. Porque así se evitará su destrucción
Montesquieu afirmaba: A los niños o los educas o los padeces, para señalar que la infancia necesita orientación y dirección. También Freud afirmaba que infancia es destino, para expresar la relevancia en la vida de todos los seres humanos y la urgente necesidad de los adultos de bien dirigir a sus vástagos.
Es un reto desafiante formar niños porque requiere algo más que fuerza para disciplinarlos o amor para proveerles lo que necesitan. Es una tarea de grandes requerimientos que necesariamente demanda la ayuda y el auxilio divino para formar y conformar seres bien dispuestos a servir a su prójimo y bien vivir con reglas y límites específicos.
En la revista de la Universidad de México con la temática de la infancia, Mathieu Hautefeuille escribe que “hoy en día es más difícil cultivar un talento específico en la infancia porque ya no hay tiempo para nada”. Nuestra sociedad moderna batalla con formar a sus ciudadanos, como batallaban los hebreos de los tiempos de Salomón.
En este desafío dicho los por sabios encontramos un principio que nos ayuda grandemente en la conformación del carácter de los niños que mañana serán los encargados de colaborar con nosotros en la vejez o abandonarnos cuando ya no tengamos fuerzas y entonces como decía el filósofo francés Montesquieu: los padeceremos o los disfrutaremos.
A. Porque muchos rehúyen castigar
La corrección de la que habla la Biblia es física. Son azotes, castigos, expresados eufemisticamente como “vara”. Los hebreos tenían un sistema basado en azotes para los adultos que habían infringido la ley y ese mismo principio aplicaban para los menores, lo que hoy parece algo impensable.
Para comprender esta verdad debemos señalar con toda claridad que la vara de corrección que señala la Escritura y particularmente el libro de los Proverbios en caso de la formación de los hijos es el amor. Así lo establece Proverbios 13:24 “El que detiene el castigo a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige.”
En México el término que utilizamos para hablar de la disciplina a los hijos es pegar o castigar. A los niños les pegamos o les pegaban o castigaban, poco o casi nada se usa la palabra azotar y menos la palabra vara. En la cultura hebrea se les azotaba o castigaba para hacerles entender que lo que habían hecho era algo grave.
El verso trece de nuestro texto de este día nos pide que no debemos dejar sin disciplina a un niño. Lo dice porque muchas personas abdican o renuncian a darle unos azotes a sus hijos. La razón por la que se omite esta acción puede originarse en pensar que los niños cambiarán por sí mismos, en otras ocasiones por indolencia o por falta de tiempo.
Corregirlos con azotes es un deber que se debe realizar con sabiduría y cuidado. De hecho el propio libro de Proverbios 19:18 pone un límite cuando dice: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo.” El castigo, se entiende entonces, que no debe ser ni exagerado, ni tampoco tenue, más bien equilibrado.
Claro que no debemos tener temor de castigar una falta que ha sido sumamente grave y por eso Proverbios también dice esto: “Los azotes que hieren son medicina para el malo, y el castigo purifica el corazón.” La versión hebrea traduce este verso así: “Las heridas agudas limpian el pecado. También lo hacen los azotes que llegan a lo mas interior.”
La razón esencial del castigo es modificar la conducta equivocada de un hijo y su finalidad es tener descanso, según podemos apreciar en Proverbios 29: 17 que dice: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso. Y dará alegría a tu alma.”
B. Porque así evitarás su destrucción
El verso catorce de nuestro pasaje en estudio dice de la siguiente manera: “Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.”
Disciplinar a los hijos es una cuestión de vida o muerte. Un hijo con disciplina sufrirá por los azotes que se le den, pero salvarán su vida, en cambio un hijo que no se le sanciona fuertemente con toda seguridad su vida tendrán muchos problemas que lo destruirán y finalmente pueden llevarlo hasta la muerte.
Castigar el cuerpo de un niño tiene como finalidad preservar su alma del Seol. El contraste que hacen los sabios es de suyo interesante porque ponderan como algo menor sancionar, corregir y restringir la conducta de un hijo frente al altísimo costo que se pagara si no se usa la vara para limitarlo.
Los hijos deben ser corregidos siempre porque un niño sin disciplina hará muchísimo daño a los demás y también a sí mismo. Ejemplos los tenemos por doquier. En Estados Unidos muchos de los asesinos en centros escolares fueron niños descuidados, lo mismo en El Salvador con el caso de las pandillas, integradas por infantes dejados a su suerte.
De esa forma, a los hijos se les librará su alma del Seol. La palabra Seol es una palabra hebrea que se utiliza en dos sentidos como muerte y como lugar donde están los muertos. Esa es la razón por la que muchas versiones la traducen como muerte. La vida terminará castigando a los hijos que no fueron disciplinados.