La Biblia dice en Proverbios 23:15-16

Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón; mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas.

Introducción

El libro de los Proverbios está escrito en el tono que un padre se dirigiría a su hijo o hija. La palabra hijo aparece en diecinueve ocasiones en ese libro porque está diseñado de tal manera que los padres pudieran usarlo como manual didáctico para formar a sus hijos en la difícil materia de las relaciones humanas.

Y una de las relaciones más fuertes que se establecen en la vida y que nos definen como seres humanos o nos marcan de por vida para bien y para mal es justamente la de los padres con los hijos o si se quiere con los hijos y los padres porque casi siempre primero somos hijos y luego somos padres.

Construir relaciones sanas, desarrollar entre padres e hijos actitudes de entendimiento de compasión y solidaridad es el objetivo central de la palabra de Dios porque la especia humana se perpetua gracias a las familias y las familias que logran encontrar el equilibrio entre amor y disciplina generalmente forman hombres y mujeres de bien.

Los sabios de Israel sabían perfectamente que el único mandamiento con promesa es justamente el que establece y mandata honrar a nuestros padres, entendiendo la expresión honrar como respeto, pero también como una retribución material a quienes nos dieron la existencia.

De allí que la relación más importante es la que se establece en el hogar, entre los progenitores y los vástagos porque de ella depende en gran medida hijos que no solo tenga éxito en el ámbito laboral o material, sino que sean capaces de controlar sus deseos o inclinación natural hacia el mal y generen paz y tranquilidad en sus ascendientes.

La crianza de los hijos conlleva esfuerzo porque no solo tiene que ver con proveerles materialmente de alimentación, ropa, un lugar donde vivir y una educación, sino también forjar en ellos carácter y principios que orienten su vida de tal manera que sean hombres y mujeres responsables y solidarios ante sus semejantes.

La paternidad genuina no busca ningún bien material. Es una actitud que no tiene ningún interés económico. Ver crecer a los hijos es un asunto de satisfacción y no de cuanto nos regresan los hijos de todo lo que dimos por ellos.
No se trata de eso. En realidad se trata de verlos salir adelante, de triunfar en la vida y, de acuerdo a los sabios, la gran recompensa estriba en traer alegría al corazón de los padres por vivir de tal manera que ellos no tengan preocupación alguna por la vida de cada uno de sus hijos.

Ese es el desafío que plantea en esta ocasión los sabios de Israel. El reto de que nuestra vida alegre a nuestros padres y no los haga sufrir ni que les duela el corazón por lo que hacemos o decimos.

30 desafíos éticos dichos por los sabios

El desafío de alegrar el corazones de nuestros padres

A. Por vivir sabiamente
B. Por vivir honestamente

La vida de los seres humanos primero pasa por ser hijos y luego por la paternidad. Lo que hacemos como hijos definitivamente nos marca para la paternidad. Los proverbistas que recopilaron los treinta dichos de los sabios sabían perfectamente esta verdad y por eso nos desafían para ser sumamente considerados con los padres.

De esa manera marcan o establecen las pautas que nos ayudarán a cumplir con las expectativas de nuestros padres. Un papá responsable no querrá que su hijo sea lo que él no fue porque tal vez se frustre. Tampoco deseará que su hijo se vuelva multimillonario para entonces comprobar que fue un buen padre.

La mayoría de los padres en realidad se sienten felices y contentos con ver a sus hijos bien y disfrutando de la vida de acuerdo a dos principios básicos.

A. Por vivir sabiamente

El hombre sabio es el ideal que plantea el libro de Proverbios, un ideal que ni es lejano ni es una ilusión, sino un realidad para todo aquel que comienza por respetar a Dios en su vida y lo coloca como referente para todas decisiones que va a tomar en todos los ámbitos de su existencia.

Vivir sabiamente o tener sabiduría no significa ir a la Universidad o tener muchos grados académicos, que por supuesto nunca estarán de más, pero la realidad es que no se trata de esa clase de conocimiento lo que hace sabio o sabia a una personas. La sabiduría de la que habla la Escritura es aquella capacidad de discernir el bien del mal.

Es también la facultad de conducirse de manera prudente en todos los negocios de la vida de tal manera que a la hora de que se presentan disyuntivas o dilemas donde se tiene que tomar una decisión que puede afectar gravemente la vida de la persona e incluso la de sus seres queridos, entonces, se sienta y piensa bien lo que va a hacer.

En la vida se van a tomar muchas decisiones. Demasiadas y algunas de ellas tienen repercusiones para toda la vida. Se necesita el auxilio de la sabiduría para saber qué decisión tomar porque de lo contrario la vida se puede volver un desastre para los hijos y una tristeza para los padres.

Un hijo sabio es aquel que logra entender o asimilar que toda acción tiene una reacción. Que decidir sin pensar las cosas es perjudicial. Una relación sentimental equivocada, un negocio sin ética y sin escrúpulos al principio puede ser muy ventajoso, pero a larga puede convertirse en un insoportable dolor de cabeza.

El desafío es vivir con sabiduría para que nuestros padres tengan la alegría de ver que su esfuerzo y dedicación por sustentarnos por muchos años tuvo una recompensa y es que se alegran.

La versión Reina Valera 1960 dice que un corazón sabio de un hijo produce un corazón alegre en el padre. La palabra corazón se toma aquí en dos acepciones, la primera como el asiento de la mente donde se procesan los pensamientos y las ideas y en segundo lugar la sede de las emociones en las que las personas manifiestan su alegría o sus tristezas.

B. Por vivir honestamente

El verso dieciséis señala la segunda manera en que un hijo puede alegrar a su padre: “mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas.” Los proverbistas señalan con toda claridad que los papás experimentan, no alegría, sino una profunda alegría cuando ven que sus hijos “hablan cosas rectas”.

Los labios en el libro de Proverbios señalan algo más que una parte el cuerpo físico. Se refieren a las palabras, expresiones, ideas y pensamientos que se exteriorizan a través de las palabras. Los sabios de Israel nos dicen que los padres esperan con mucha ilusión que los hijos puedan ser honestos e íntegros en su conducta.

La rectitud u honestidad es un tema predominante a lo largo de toda la Escritura porque manifiesta la formación de un hombre, expresa nítidamente los valores y principios que una persona recibió. Es una especie de carta de presentación de una persona que hace brillar no solo su persona, sino también la de los que lo criaron o formaron.

Esa es la razón por la que los padres se llena de profunda alegría. Ese es el sentido de la expresión “mis entrañas” porque esa palabra procede de la raíz hebrea “kylyah” que literalmente significa “riñones” para referirse a la parte más interna de una persona o para señalar lo intenso de un sentimiento.

Los padres se sentirá sumamente complacidos cuando sus hijos hablen rectamente o se conduzcan de manera honesta porque una persona con esa característica difícilmente se meterá en problemas.
Los hijos están llamados a alegrar a los padres no con dinero, que no es despreciable, pero sí con una actitud sabia y transparente en su juventud y vida adulta porque de esa manera no causarán ningún problema o preocupación alguna a sus progenitores.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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