La Biblia dice en Proverbios 23:12
Aplica tu corazón a la enseñanza, y tus oídos a las palabras de sabiduría.
Introducción
Un hombre empieza a morir cuando deja de aprender. La vida es un largo camino de aprendizajes. Uno aprende de niño a hablar y a caminar. Aprendemos imitando. Dicen los psicólogos y pedagogos que los niños dejan de gatear porque ven a los demás caminando y hablan el idioma que escuchan. Si un niño ruso crece en Estados Unidos aprenderá inglés.
Hay muchos tipos de aprendizajes en esta vida. Los primeros que se nos dan, como los anteriormente mencionados, son responsabilidad de nuestros padres. Luego se nos da una formación escolar, académica de la que es responsable la escuela, los maestros o las universidades.
Pero llegado un momento, cuando somos adultos y la labor de los padres ha concluido y cuando ha llegado a su fin la formación escolar, nos corresponde a nosotros nuestras propia formación. Podemos seguir aprendiendo otras materias del conocimiento humano, pero igual lo podemos dejar y no hay gran problema.
Pero hay una clase de conocimiento que no podremos ni debemos abandonar nunca y es justamente a esa a la que el proverbistas no llama en este texto y es un desafío porque rechazar la ignorancia es un reto para todos. Aprender, seguir aprendiendo y no dejar de aprender es una determinación que no todos toman.
Nunca estará por demás decidirnos a conocer. Los sabios nos piden en realidad no dejar de aprender enseñanza y palabras de sabiduría. Que son dos conceptos diferentes aunque relacionados. De hecho las traducciones de la Escritura las plantean de diferente forma porque para enseñanza, por ejemplo, usan los siguiente términos:
Instrucción, disciplina y doctrina, mientras que para el término “palabras de sabiduría” que usa la versión Reina Valera 1960 se utiliza la expresión “voz de la experiencia”, “buenos consejos”, “conocimientos”, “palabras sabias”, “máximas de sabiduría”, “consejos sabios” y “palabras de entendimiento”.
Lo que significa que los conceptos que debemos aprender son distintos aunque estrechamente relacionados.
30 desafíos éticos dichos por los sabios
El desafío de aprender
A. Sobre nosotros mismos con la actitud correcta
B. Sobre nosotros mismos con la disposición adecuada
El libro de Proverbios de la LXX que tradujo del hebreo al griego esa porción de la Escritura utiliza la expresión “paideia” al referirse a la enseñanza. Por eso algunas versiones opta por traducirlo como doctrina, instrucción o disciplina porque para los griegos la paideia era un proceso de crianza de los niños que transmitía saberes y experiencia de la sociedad.
En el hebreo la palabra “enseñanza” procede de la raíz “musar”, una expresión que se puede definir sencillamente como moral, instrucción o disciplina. Es una expresión que abarca que una simple enseñanza o formación. La palabra cobró una gran relevancia entre los judíos porque hace apenas dos siglos la utilizaron para defender su identidad como hebreos.
Aprender entonces, de acuerdo a los desafíos éticos dichos por los sabios tiene una profundidad enorme porque implica más que un trabajo intelectual, tiene una connotación de carácter formativo más que informativo. Se trata de aprender estudios para modificar sustancialmente nuestra conducta.
Los griegos optaron por paideia porque ellos utilizaban ese término para enseñar a sus pequeños valores y principios relacionados con su sociedad a fin de preservarla, pero la palabra “musar”, que los hebreos utilizan nos lleva a consideraciones propias de aquellos que no dejan de trabajar en su vida y jamás llegan a pensar que han terminado de formarse.
Los sabios de Israel nos están desafiando a vivir siempre con doctrina, instrucción y disciplina. Se trata de comprender que la vida no se nos puede ir en existir sin referentes o que nuestra vida transcurra sin tomar control de lo que hacemos o decimos y en consecuencia vivamos sin ninguna clase de enseñanza.
Una persona jamás debe dejar de aprender para que su vida no se convierta en una monotonía o en una vida en la que ya nada se tenga que ser. Es un duro golpe a frases como “así soy y qué”, “ya voy para la tumba, de qué sirve que yo cambie”, “así me conocieron y pues ni modo” o la clásica: “así soy, he sido y siempre seré”.
Y esa es justamente la razón por la que a “enseñanza” se le agrega el término o los términos que ya hemos mencionado, pero que podemos repetir para comprender que es lo que debemos aprender o en qué debemos ser enseñados, instruido, entrenados, disciplinados o formados.
Ellas son “palabras de sabiduría” que usa la versión Reina Valera 1960 se utiliza la expresión “voz de la experiencia”, “buenos consejos”, “conocimientos”, “palabras sabias”, “máximas de sabiduría”, “consejos sabios” y “palabras de entendimiento”.
A. Sobre nosotros mismos con la actitud correcta
Una persona que no quiere aprender algo, por más sencillo que esto sea, nunca aprenderá. Una actitud correcta es indispensable para comprender y para que el conocimiento no se vuelva un suplicio. Para aprender lo que los sabios quiere que aprendamos en primer lugar requiere que miremos o atendamos la experiencia de otros.
Es muy sencillo aprender de lo que le ha sucedido a otros. Mirar a nuestro alrededor y ver cómo termina un ambicioso o cómo llega al final de sus días un avaro, puede ser extremadamente aleccionador para cualquier persona, pero si no quiere hacerlo o no quiere verlo, aprender será muy difícil.
La palabra “musar” que hemos estudiado en líneas anteriores nos ayudan a entender que aprender exige disciplina, lo que significa que sin atención o sin poner el adecuado interés difícilmente alguien aprenderá porque oír y mirar son fundamentales para el proceso enseñanza-aprendizaje.
Había un joven que era muy presumido. Había salido con varias muchachas, pero no le gustaba ninguna, ya que se sentía superior a ellas. Por supuesto, tenía un problema serio de presunción. Su Jajam le recomendó que estudiara libros de Musar, en especial temas de humildad
Después de estudiar varias obras de Musar y de humildad, volvió a salir con una de las jóvenes con la que ya había salido antes. Pero el joven volvió a decir que ella no era de su nivel: “Ahora tampoco es de mi categoría. Antes yo no era experto en el tema de la humildad, pero ahora que ya lo soy, mi categoría es mayor. Por eso ella no está ya a mi nivel”.
B. Sobre nosotros mismos con la disposición adecuada
Nada hace más ignorante a una persona que la indisposición. La disposición es una actitud en la que las personas se preparan, se alistan y se ponen completamente abiertas para acceder al aprendizaje. Es el resultado de querer, anhelar y desear profundamente aprender algo que nos ayude a mejor vivir.
Se trata de deshacernos de nuestras naturales barreras y reconocer que nos sabemos o no tenemos conocimiento de alguna materia o algún aspecto de temas vitales para nuestra existencia y entonces nos ponemos a procurar atender a quienes han avanzado en el tema y nos preparamos para cambiar.
Los filósofos griegos solían decir “conócete a ti mismo” como punto de partida de todos los conocimientos que puede haber en la vida. El pensamiento hebreo es completamente distinto porque el punto de partida para acceder al conocimiento es buscar a Dios quien es el Creador del ser humano y la fuente inagotable de sabiduría.
Para ello el hombre se debe disponer para acercarse al Señor y aprender de sí mismo y mejorar sustancialmente su conducta para ajustarla al modelo que Dios señala una y otra vez en su palabra.
El hombre, por su propia naturaleza, debe constantemente buscar perfeccionarse a sí mismo. Cuando no asciende, necesariamente desciende. La persona crece o se estanca; no hay punto medio. La vida es como una escalera mecánica que baja; si nos quedamos parados, inmóviles, nos lleva hacia abajo.
Si caminamos, nos quedamos en el mismo lugar. Sólo si hacemos el esfuerzo adicional de correr, lograremos subir por la escalera.