Proverbios 24:21-22
Teme a Jehová, hijo mío, y al rey; no te entremetas con los veleidosos; 22 porque su quebrantamiento vendrá de repente; y el quebrantamiento de ambos, ¿quién lo comprende?
Introducción
El principio del gobierno de los hombres, según la Escritura, es que Dios delega a determinadas personas su autoridad para dirigir el destino de cientos, miles y millones de personas. Conforme la revelación divina fue desarrollándose hasta completarse con el Nuevo Testamento se consolidó la doctrina sobre los gobernantes puestos por el Señor.
Cuando el libro de Proverbios se escribió o se recopiló existían reyes. Esos eran los hombres que gobernaban súbditos, con el tiempo las monarquías absolutas dieron paso a monarquías menos opresivas hasta que las revoluciones, como la francesa, y luego la rusa y otras más depusieron ese sistema de gobierno y se llegó a la democracia.
Hoy en día casi todos los países del mundo se rigen por la democracia donde hay elecciones periódicas para elegir al presidente o primer ministro, pero a diferencia de los tiempos de Salomón, hoy las tareas de gobierno se comparten con otros poderes como el legislativo y el judicial, es decir diputados y senadores y magistrados ejercen también gobierno.
A pesar de ello, generalmente la responsabilidad de dirigir una nación o pueblo sigue recayendo en un gobernante que de acuerdo a la doctrina paulina es puesto por Dios para castigo de los malhechores y reconocimiento de los que hacen el bien, en consecuencia se debe sujetar y obedecerles.
Cuando nos detenemos en Proverbios descubrimos una verdad asociada a estas afirmaciones del apóstol Pablo. Los sabios de Israel nos ofrecen una amalgama indisoluble entre Dios y el rey. Es decir, el gobernante ya sea monarca, presidente o primer ministro recibe su cargo de parte del Señor.
Pedro casi copia el proverbio en su primera carta:
Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
Esa verdad hoy en día no es aceptable para muchos porque suponen que llegan al poder por sus virtudes, capacidades, constancia o incluso por ser contestarios, sin embargo para entender las ordenanzas que se nos da con respecto a la autoridad debemos tener como referente la verdad de que el rey al que se refieren los sabios es un monarca que gobierna con justicia y solvencia moral.
Un rey con esas características respetaría la dignidad de las personas, buscaría el bien común y no se dejaría arrastrar por acciones y actitudes que dañen a sus gobernados y al contrario pondría toda su capacidad a favor de quienes más necesitan en este mundo, en una palabra está hablando de un rey sabio.
Un rey que no fuera necio, que no se asociará con los intrigantes y malvados y que no diera rienda suelta a malos hábitos como beber alcohol, ser proclive a las grandes comilonas que distrajeran su función como gobernante y al contrario se condujera con celo por su alta responsabilidad.
A lo largo del libro de Proverbios encontramos sentencias dirigidas a los reyes. De hecho hay secciones completas para los hombre de poder. Aquí algunos.
Proverbios 25:2-7 También estos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá:
Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo. 3 Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra, y para el corazón de los reyes, no hay investigación. 4 Quita las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor. 5 Aparta al impío de la presencia del rey, y su trono se afirmará en justicia. 6 No te alabes delante del rey, ni estés en el lugar de los grandes; 7 Porque mejor es que se te diga: sube acá, y no que seas humillado delante del príncipe a quien han mirado tus ojos.
En Proverbios 31 encontramos también recomendaciones para los gobernantes:
Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre. 2 ¿Qué, hijo mío? ¿y qué, hijo de mi vientre? ¿Y qué, hijo de mis deseos? 3 No des a las mujeres tu fuerza, ni tus caminos a lo que destruye a los reyes. 4 No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; 5 No sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos. 6 Dad la sidra al desfallecido, y el vino a los de amargado ánimo. 7 Beban, y olvídense de su necesidad, y de su miseria no se acuerden más. 8 Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. 9 Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso.
30 desafíos éticos dichos por los sabios
El desafío de respetar a la autoridad
A. Porque la autoridad fue establecida por Dios
B. Porque la autoridad sanciona a los rebeldes
A. Porque la autoridad fue establecida por Dios
Para el pueblo hebreo está verdad fue fácil de entender. Los judíos del tiempo de Samuel pidieron un rey y Dios puso a Saúl, luego ante su reiterada rebeldía el Señor designó como gobernante a David, luego éste dejó como heredero suyo a Salomón.
A la muerte de Salomón el reino de Israel se dividió en dos partes y los hebreos tuvieron muchos reyes, algunos se enfrentaron para llegar al poder, exactamente lo mismo que ocurría en casi todas las naciones, incluidos por supuesto los grandes imperios de esa época como los asirios, babilonios, medo persas, griegos y romanos.
El principio de que Dios quita y pone reyes no se circunscribe solo a Israel sino a todas las naciones, incluidas las más poderosas. Así lo ratificó Jesús cuando Pilato lo quiso impresionar diciéndole que en sus manos estaba liberarlo o condenarlo. Jesús le dijo categórico que no tendría ninguna autoridad si no le hubiera sido dada del cielo. Juan 19: 11.
En la antigüedad y aún hoy en día ha habido y hay tiranos. Claro. A ellos hay que someternos, pero siempre bajo un límite que la propia Escritura enseña: es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, si sus leyes contravienen la palabra de Dios, los cristianos o hijos de Dios tiene derecho a rebelarse.
Proverbios nos plantea un escenario donde el rey, monarca o gobernante administra con prudencia. Oponernos a este tipo de gobernantes es absurdo y contraproducente y no cuenta con el aval del Creador.
B. Porque la autoridad sanciona a los rebeldes
Si por una demanda justa enfrentar a la autoridad puede tener una respuesta autoritaria de parte del gobierno, imagínese lo que vendría si se protesta sin una causa justificada. El monopolio de la fuerza siempre la han tenido los gobernantes desde tiempos inmemoriales como señala Salomón en Eclesiastés 8:2-7.
Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios. 3 No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiere. 4 Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces? 5 El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. 6 Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él; 7 pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?
La versión Reina Valera 1960 traduce como veleidosos, una expresión que literalmente quiere decir los que cambian. La versión hebrea lo traduce como “son dados a las mudanzas”, una expresión que no es muy clara, pero que la mayoría de las versiones ha optado por traducir.
De ese modo veleidosos se ha vertido como detractores, revoltosos, rebeldes, provocadores, ociosos, enemigos y hasta gente que se extralimita. El contexto del pasaje lo permite porque se está hablando de personas que se oponen al gobierno, a la autoridad.
El consejo de los sabios de Israel es que no nos dejemos arrastrar por esta clase de personas que tienen otras intenciones. ¿El hijo de Dios no puede protestar contra una injusticia, entonces? No. El creyente puede hacerlo, pero debe saber que está enfrentando un poder que puede ser grandemente violento.
El respeto a la autoridad o a los gobernantes justos no cuesta gran trabajo, pero ¿honrar a los malos gobernantes? allí es donde radica el punto fino de este desafío. Debemos buscar la sabiduría divina para saber qué actitud asumir. Lo que sí debe ser práctica común es no condenar a quienes creen que no se debe protestar, pero de igual modo a quienes protestan.