La Biblia dice en Éxodo 9:20
“Algunos funcionarios del faraón tuvieron miedo de la advertencia del Señor, y pusieron a sus esclavos y animales bajo techo.”
El anunció de la plaga de granizo que Moisés hizo a Faraón fue escuchada o se enteraron de ella los funcionarios que acompañaban al monarca egipcio y creyeron que vendría una gran destrucción a sus plantíos y animales, así como a sus esclavos y algunos de ellos tomaron previsiones para evitar daños y perjuicios, otros sencillamente lo ignoraron.
Es relevante notar que ni el propio Faraón tuvo precaución con el anuncio, sino que siguió endurecido del corazón y el granizo que cayó en su reino fue destructivo con animales, plantas y personas, pero al él no le importó porque estaba obstinado en no dejar salir a Israel de Egipto.
Quienes sí hicieron caso al aviso de Moisés lograron poner bajo resguardo a sus esclavos y animales, quienes de esa forma se salvaron de morir, lo que nos hace reflexionar que si los gobernantes carecen de sensibilidad ante una tragedia en ciernes, eso no necesariamente obliga a las personas a quedarse de brazos cruzados y perder sus bienes.
La gran enseñanza que nos deja este pasaje que escribió el gran legislador de Israel es que en ocasiones a las autoridades no les importa mucho lo que le pase a sus ciudadanos y entonces son los gobernados los que deben ver por sus bienes. Faraón representa al títpico gobernante desconectado de las necesidades de su pueblo.
Pero también nos muestra que no podemos ni debemos cruzarnos de brazos ante situaciones en las que está peligro nuestra vida o nuestro patrimonio y la autoridad no hace nada. Nos alerta sobre la necesidad de ser precavidos y poner atención en lo que sucede en nuestro entorno para cuidarnos.
En medio de tanta apatía, insensbilidad de los gobiernos y falta de atención a los males que se viven en este mundo, es necesario estar al tanto de los acontencimientos que pongan en riesgo no solo los bienes que poseemos, sino nuestra propia vida para establecer una ruta de cuidado y protección.
Nos queda claro que desde el tiempo de Faraón los gobiernos se desentienden con facilidad de lo que daña o afecta a sus gobernados. Confiar ciegamente en ellos no es conveniente. Ellos en ocasiones no cuidan ni lo que se les ha dado como responsabilidad. De hecho a veces ni les interesa.
Seamos como esos hombres que protegieron lo que tenían ante la advertencia de la plaga de granizo.