La Biblia dice en 1ª Timoteo 1:17

“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

Así reacciona Pablo cuando recuerda el antes y después de Cristo en su vida. En los versículos anteriores a esta cita que hoy reflexionamos el apóstol hace un brevísimo resumen de lo que fue su vida sin Cristo y lo que sucedió cuando camino a Damasco conoció personalmente a su Salvador.

El gran promotor del evangelio de Cristo en el imperio romano no puede quedarse callado ante la inmensidad de la misericordia de Dios en su vida. Él sabe perfectamente que su vida dio un vuelco de ciento ochenta grados cuando el Señor lo llamó a servirle y por eso en su primera carta a Timoteo escribe emocionado esta alabanza a Dios.

Ante su vida transformada por la gracia de Dios, reacciona recordando los atributos de Dios y lo que merece el Señor por esas manifestaciones de su divino poder. Para el autor de la carta el Señor es el Rey de los siglos, es inmortal, es invisible, es único y es sabio. Cinco características que nos hacen pensar en su absoluta grandeza.

Se podrían escribir cinco libros sobre esos atributos, pero para efectos de nuestro devocional de hoy podemos afirmar categóricamente que la experiencia del nuevo nacimiento que vivió Pablo lo llevó a reconocer a Dios de esta forma porque él negaba y renegaba que Jesús fuera el Mesías y Dios lo sacó de esa idea y lo puso a promoverla.

Finalmente Pablo pudo admitir lo que tanto había combatido: que Jesús era el Cristo y por eso concluye que Dios gobierna el mundo desde siempre y para siempre, que nunca muere, que no lo podemos ver, pero que es único y sabio. Es fácil comprender lo que Pablo dice cuando nos remitimos a su experiencia de salvación.

Dios gobierna el mundo como soberano. Hizo que Pablo doblegara su orgullo tonto y lo hizo predicador de la verdad que combatía. Dios vive para siempre, aún en los momentos de gran persecución y obra para convertir a los perseguidores en promotores de su verdad. Dios es invisible porque de contemplarlo nos deslumbraría.

Es único porque ninguno como él puede hacer maravilla tras maravilla sin agotarse. Y es sabio porque obra de manera perfecta su voluntad.

Por eso merece el honor y gloria por todos los siglos. En Roma cuando un general regresaba victorioso era recibido por todo el pueblo para reconocer su valentía entre vítores y gritos de júbilo de una multitud henchida de alegría.

Recordar nuestro antes y después de Cristo nos convierte en hombres y mujeres que gritamos que Dios merece honor y gloria porque es inmensamente grande.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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