La Biblia dice en Habacuc 1:5

“Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando os contare, no la creeréis.”

Al pueblo hebreo siempre le ha sucedido lo inimaginable. En tiempos de Habacuc se les dijo que vendría a su tierra la nación caldea y los destruiría, incendiaría la ciudad y los llevaría cautivos a Babilonia. Por supuesto que no lo creyeron. De hecho persiguieron a profetas como Jeremías que hacían esa clase de anuncios catastróficos.

Pero tal como lo anunciaron los profetas, el asedio y toma de la sagrada ciudad de los hebreos ocurrió en el 584 antes de Cristo aproximadamente y todos quedaron como lo dijo Habacuc: asombrados, sorprendidos y estupefactos al ocurrir lo impensable: el templo que Salomón construyó con tanta dedicación fue arrasado y sus utensilios profanados.

Lo que hace Dios siempre tiene esas dos características: asombra y es inconcebible para bien y para mal. En el caso de los hebreos operó para mal para ellos porque sufrieron mucho con el exilio que los sacó de su tierra por setenta años, luego de los cuales volvieron a su tierra también de una manera inverosímil y extraordinaria. Fue espectacular el bien.

Habacuc le dijo a sus compatriotas mucho tiempo antes de que Nabucodonosor llegara a su patria a tomar Jerusalén que Dios haría una obra en sus días que los dejaría pasmados, horrorizados y aterrorizados, lo que en efecto ocurrió cuando de una manera violenta y mortal fueron atacados.

Dios actuó conforme a su perfectos caminos y lo hizo de tal manera que lo ocurrido los dejó con la boca abierta a los israelitas en una clara manifestación de que cuando Dios opera de manera contundente su voluntad entre su pueblo el resultado en verdad que es sorprendente.

Habacuc le había pedido a Dios que hiciera algo ante la maldad de su pueblo y Dios le respondió con las palabras del verso que hoy meditamos, que nos enseña que debemos tener mucho cuidado cuando pedimos a Dios que su diestra de poder se mueva porque debemos estar conscientes que nuestra vida se va a sacudir.

Eso nos enseña que seamos cuidadosos con lo que le pedimos a Dios porque puede obrar de una manera tal que no podamos creerlo y de paso siempre temamos su nombre porque puede traer a nuestra vida situaciones que jamás imaginamos que nos pudieran ocurrir y nos dejen tremendamente turbados.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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