La Biblia dice en Job 15:16

“¿Cuánto menos el hombre abominable y vil, que bebe la iniquidad como el agua?”.

Job se había defendido de sus amigos que lo acusaban de ser un pecador irredento. Lo habían sentado en el banco de los acusados tanto Elifaz como Bildad y Zofar y en una primera ronda lo cuestionaron y lo trataron de arrinconar para que confesara que él era el responsable de todo lo que estaba sucediendo en su vida y dejará de quejarse ante Dios.

Como no lo lograron, comenzaron una segunda intervención y fue Elifaz quien de nueva cuenta se dirigió al santo varón de Dios para que confesara su culpabilidad con argumentos ciertos, pero equivocados porque Job no había pecado ante Dios ni con sus palabras cuando recientemente la calamidad se asentó en su casa.

La interrogante que lanza Elifaz en el verso que hoy meditamos y que la versión Biblia de América traduce de la siguiente forma: “¡Cuánto menos será puro un ser detestable y corrompido: el hombre que bebe la injusticia como agua!” Nos ofrece de manera muy puntual la triste condición de los seres humanos antes de llegar a Dios.

La corrupción moral del hombre es presentada con toda su crudeza en términos poéticos: el hombre bebe la injusticia como el agua, que nos clarifica la forma en que el hombre se consume en el maldad. Elifaz dice que los seres humanos resultan impuros, detestables y corrompidos.

Las personas que no conocen a Dios hacen el mal o viven en la maldad como si fuera una necesidad, como si en ello se les fuera la vida. Es un perverso círculo vicioso porque consumen la maldad y la maldad los consume y como resultado de ese tipo de vida, reciben un fuerte castigo divino. Elifaz pensaba que Job era de esos, pero estaba muy equivocado.

Job era un hombre justo, temeroso de Dios y apartado del mal, estaba sufriendo por la voluntad permisiva de Dios y eso lo ignoraba Elifaz. Lo que estaba diciendo sobre la pecaminosidad humana era cierto, pero no aplicaba en Job. Es una realidad la manera en que el hombre vive en la iniquidad.

Pablo lo resumía así: Como está escrito: No hay justo ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Romanos 3: 10-12.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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