La Biblia dice en Salmos 97:11

La luz brilla para el hombre bueno; la alegría es para la gente honrada.

En un mundo lleno de maldad y corrupción la gente buena y honrada parece destinada a vivir apagada y sin motivo alguno para vivir con alegría, pero eso es completamente equivocada a la luz de la revelación divina que señala con toda claridad que la luz brilla para el hombre bueno, y para la gente honrada siempre hay motivo de alegría.

El salmo noventa y siete compuesto para recordarle a los judíos que Dios reina en este mundo, por paradójico, contradictorio o difícil de aceptar parezca, porque cuando nos asomamos a la realidad imperante donde los malvados parecen llevar la delantera en todo gracias a su falta de escrúpulos y en muchas ocasiones su rampante cinismo lo notamos.

En un mundo, como el que nos ha tocado vivir, ser bueno parece ir en contra sentido, e incluso parece no tener caso, porque muchas personas obran con maldad o alcanzan sus objetivos sin importar si moralmente cumplen con los estándares que Dios ha colocado en todos a través de la conciencia.

Sin embargo en este mundo tan lleno de oscuridad y con tantos y tantos ciegos por su propia determinación, Dios promete a la gente que se compromete con el bien a hacer que la luz suya brille con intensidad. Es una promesa muy pertinente, sobre todo en medio de las tinieblas que cubre el mundo entero.

Los judíos entienden perfectamente esta promesa cuando recuerdan la plaga de tinieblas que vino a Egipto y cuando en toda la tierra del río Nilo había oscuridad, mientras que en sus casas la luz brillaba y les permitía realizar su vida sin ninguna contrariedad. La luz les dejaba obrar. Pero esa luz era divina porque en todo el mundo solo había oscuridad.

La gente honrada vive con alegría, una alegría genuina de no defraudar a nadie, de no robar a su prójimo, porque la honestidad hace que las personas vivan en paz, mientras que los corruptos, si bien tienen dinero o alcanzan grandes propiedades, en realidad son inmensamente infelices.

Y son infelices porque su vida se basa exclusivamente en lo que tienen y viven atemorizados de que un día puedan perder lo que han obtenido con engaño y en el peor de los casos robando al pobre o al necesitado. Ellos no tienen, ni tendrán alegría, la alegría que nace de defraudar a nadie.

La bondad y la honestidad pagan muy bien no solo en este mundo sino también el venidero. La bondad trae luz y la honestidad la alegría. En cambio la maldad y la corrupción son una espejismo vano que no paga bien ni en este mundo ni el que viene, porque hunde a los hombres en ambiciones que tarde o temprano terminan por destruirlos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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