La Biblia dice en Romanos 12:2
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
El mundo pide a gritos un cambio. Los políticos blanden en sus discursos de campaña que se necesita un cambio y muchos se enganchan en sus promesas, pero al cabo del tiempo descubren que la añorada transformación no llega y no llega porque toda renovación nace de un cambio de mentalidad y si eso no ocurre pues sencillamente todo seguirá igual.
Hace dos mil años, Pablo escribió estas palabras que hoy meditamos. Deseaba que los creyentes de la capital del imperio más poderoso de ese tiempo, pudieran enteder que era necesario pasar por un proceso de renovación, hacer de nuevo, en su manera de entender la realidad material y espiritual.
Ellos requerían un cambio en su entendimiento o mente. Porque allí es donde se moldea y modela la conducta de los seres humanos. Sin una mentalidad hecha de nueva a través del Espíritu Santo es muy complicado que una persona deje sus malos hábitos y todo aquello que no solo le perjudica a él, sino también a sus semejantes.
Los creyentes necesitaban y necesitamos comprender la voluntad de Dios y eso solo puede ocurrir con una mente renovada porque entonces se puede asimilar que las decisiones divinas son buenas, agradables y perfectas. De otra manera cuando Dios obra pensamos que no es bueno, es desagradable e imperfecto lo que hace.
Notamos claramente que las acciones que el Señor emprende en nuestra vida tienen dos ángulos o dos maneras de asimilarse. La manera positiva o negativa de ver lo que el Creador decide en nuestra existencia depende de nuestra mente, por ello Pablo pide que sea renovada y ello solo puede ocurrir por medio de la palabra de Dios.
Cuando esto sucede, el sistema de pensamiento que plantea este mundo como el consumismo, el hedonismo y últimamente el de la fama efímera de las redes sociales, deja de tener relevancia e influencia en la vida de los creyentes y viven de una manera menos apegada al mundo.
Todo ello sucede al renovarse la mente, al cambiar la manera de pensar, ajustándola a lo que dice la Escritura. Entonces el cambio en la sociedad inicia porque los valores de solidaridad, fraternidad y sobre todo compasión con el prójimo cobra fuerza y se asienta en hombres y mujeres.
Mientras esto no suceda, el cambio que se presuma solo será de dientes para afuera porque en esencia las personas seguirán haciendo exactamente lo mismo que han hecho toda su vida.