La Biblia dice en Jeremías 37:17

“El rey Sedequías ordenó que llevaran a Jeremías al palacio, y cuando Jeremías fue llevado ante el rey, éste le preguntó en secreto: ¿Hay algún mensaje del Señor? Jeremías respondió: Sí, y es el siguiente: que Su Majestad va a caer en poder del rey de Babilonia.

La amenaza de Babilonia sobre Jerusalén parecía diluirse con el retiro de las tropas de esa nación ante la llegada del ejército de Egipto y lo que parecía una inminente captura de la capital de Israel en manos de sus enemigos pasaba a convertirse en una falsa alarma para el gobierno y los ciudadanos de ese lugar.

Cuando los babilonios se retiraban, Jeremías tuvo que salir a Belén para atender un asunto personal y eso fue considerado como una traición por parte de un militar llamado Irías quien lo acusó de enemigo de Israel, lo que provocó que fuera a la cárcel de manera injusta y de allí lo sacó el rey Sedequías.

El monarca aprovechó para preguntarle a Jeremías si tenía alguna palabra o revelación de parte del Señor para el pueblo o para su persona y entonces Jeremías le dice que su destino está marcado porque será apresado por los babilonios, lo que en efecto ocurrió unos meses después.

Lo relevante del verso que hoy meditamos es que Jeremías no se dejó llevar por el hecho de que el ejército de Babilonia se haya retirado de Jerusalén para “echar las campanas al vuelo” y festinar el fin del asedio a la ciudad, al contrario tuvo que ser fiel a lo que el Señor le dio como mensaje para su pueblo.

En segundo lugar podemos apreciar que a Sedequías con todo y ser el rey de Israel, Jeremías le dijo lo que tenía que decirle. No se amilanó, no se achicó y no se intimidó por la condición de su interlocutor y le dijo una dolorosa verdad que podía molestarle y enojado podría dañar al profeta.

En tercer lugar, Jeremías no tuvo miedo de ir de nueva cuenta a la cárcel. Había sido una experiencia sumamente dolorosa, pero no tuvo temor de regresar a ese inhóspito lugar y dijo lo que Dios le había dicho que dijera, en una demostración que su compromiso era con el Señor y su palabra.

Jeremías nos enseña así que el deber de un siervo es mantener su compromiso con la palabra del Señor, sin importar los graves riesgos que conlleva establecer la verdad en medio de un pueblo endurecido y expectante de palabras de amor y bendición y no un mensaje de juicio y reconvención.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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