Dice la Biblia en Juan 18:25

Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó y dijo: No lo soy. 

En ocasiones, al leer la Biblia y encontrarnos con historias tan maravillosas como la de Daniel o Sadrac, Mesac y Abednego, la de Abraham o la de Esther pensamos rápidamente: yo también habría hecho lo mismo que ellos. Dando por hecho que sus actos eran lo más lógico en sus circunstancias. 

Pero ¿realmente seríamos capaces de enfrentarnos a edictos de reyes, con tal de no adorar a nada ni nadie que no fuera nuestro Dios? ¿Dejaríamos nuestra ciudad, familia y amigos con tal de ir a donde el Señor quisiera? ¿Romperíamos leyes y arriesgaríamos nuestra vida por salvar a otros?

Tal vez quieras responder que sí, pero dentro de ti se dibuja ese recuerdo de la vez que no pudiste orar en la taquería porque alguien podría verte, o la vez que no fuiste capaz de decir nada cuando la maestra dijo que todos, sí, todos, debían ir disfrazados por el Día de Muertos. 

En el texto que hoy estudiamos, Pedro hizo algo similar, dijo que no conocía a Jesús. Y aquí estarás pensando: yo nunca he dicho que no lo conozco, pero ¿has actuado como si no lo conocieras?

La negación de Pedro es un hecho que aparece en los cuatro evangelios y pese a que la narración varía, la esencia es la misma, el discípulo que presenció en primera fila los milagros de Jesús, el que incluso caminó sobre las aguas hacia él, negó conocerlo. 

Por eso, hoy, el testimonio de este discípulo es tan vigente. ¿Cuántos de nosotros hemos negado a Cristo con nuestras acciones? Ya sea por pena, comodidad o duda en varios momentos de nuestra vida cristiana hemos preferido esconder nuestra fe y como Pedro hemos dicho y hecho como si no conociéramos a Cristo. 

Lo que quiero decir con esto, es que no te sientas solo en esta clase de fallas, no claudiques. Luego de este episodio sumamente doloroso, Pedro se reencuentra con Jesús y este le dice nuevamente: Sígueme. 

Así es el Dios en el que creemos, está dispuesto a amarnos aún en nuestros tropiezos, claro que eso no significa que por ello podemos equivocarnos tantas veces como queramos, pero sí nos recuerda que él nos recibe todas las veces con los brazos abiertos. 

Lo único que espera de nosotros es que seamos capaces de tener un compromiso público con él, que llevemos nuestras convicciones a todas partes, sin vergüenza.

Web máster del sitio porfirioflores.org. Me gusta escribir y servir al Señor a través de los medios de comunicación. Por su gracia soy lo que soy. Oaxaca para Cristo.

Deja tu comentario