La Biblia dice en 2ª Pedro 3:16
“En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles de la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras para su propia condenación.”
El apóstol Pedro hace un reconocimiento público de su homologo Pablo. Escritor como él mismo, Simón, hijo de Jonás, reconoce abiertamente la capacidad de Saulo de Tarso para ofrecer obras escritas sobre la fe que les era común en Jesucristo, el Hijo de Dios y en sus palabras no se mira por ningún lado envidia o recelo, algo tan común entre escritores.
Al contrario, Pedro admite claramente que su compañero de milicia, llamado a predicarle a los gentiles tiene escritos difíciles de entender, es decir se requieren una serie de herramientas para comprender lo que ha plasmado con su pluma y algo más que solo leer su obra.
En las palabras de Pedro descubrimos también el grave riesgo de torcer la Escritura. Ese ha sido, es y será siempre un peligro latente para la iglesia. Según el apóstol lo hacen dos clases de personas: los ignorantes y los débiles. Algunas versiones en lugar de débiles dice que los inestables son las principales causantes de la desviación de la palabra de Dios.
La palabra torcer procede del término griego “strebloó” que literalmente significa pervertir, falsificar y distorsionar. La palabra de Dios en manos de esta clase de personas se trastoca y pervierte de tal manera que sus enseñanzas, si a eso se le puede dar ese título, son falsas, dolosas y claramente intencionalmente hechas para sacar beneficios propios.
Desde la época apostólica ya pululaban pseudo-maestros dedicados a distorsionar la Escritura. Y si desde ese tiempo ya existían hoy en día continúan con su equivocada actitud de tratar de presentarse como expertos, conocedores o sabios según sus propios criterios. Los vemos en muchos lados con sus grandes herejías.
Pedro no se anda por las ramas cuando señala el fin de esta clase de personas: serán condenadas o están condenadas ya. Claro que no puede ser de otra manera porque han distorsionado la bendita palabra de Dios enseñando cosas que de ningún modo tenía Dios planeado que se dijeran.
En las palabras de Pedro descubrimos que la herejía se debe combatir con fuerza porque sus resultados son perniciosos y gravemente dañinos para la iglesia. Los falsos maestros andan siempre por allí tratando de cazar las almas de aquellos que por la comezón de oír se amontonan como los atenienses, encantados por las novedosas revelaciones.
Pero la realidad es que esa clase de personajes recibirán el castigo justo a su desvío y desvarío.