La Biblia dice en Números 6:8
Todo el tiempo que dure su promesa, estará consagrado al Señor.
Es muy interesante notar que de las doce tribus de Israel la de Leví fue seleccionada para el servicio del tabernáculo y luego el templo de Jerusalén. De esa misma familia fueron seleccionados Aarón y sus hijos para convertirse en los sacerdotes para que los judíos pudieran presentar sus ofrendas.
Fuera de ellos nadie más tenía esa atribución. Desde antes que nacieran los hijos de los levitas o los descendientes de Aarón ya se sabía que estarían dedicados al servicio del Señor o al ministerio del tabernáculo y templo. No había alternativa, tampoco había posibilidad de cambiar su destino.
Sin embargo, el Señor diseñó un sistema o una manera para que quienes quisieran consagrar su vida al servicio del Señor por un tiempo lo pudieran hacer. A esa posibilidad o deseo le llamó nazareato. Dicha figura consistía en dejar de consumir todo el producto de la vid, desde vino, pasas, uvas, vinagre de uva, etcétera, dejarse crecer el cabello en el caso de los hombres y evitar contacto con muertos tanto de personas como de animales.
Uno o varios meses, medio año, un año completo, el tiempo que desearan las personas podían dedicar sus vidas al Señor. La Biblia registra a dos personajes que fueron nazareos de su nacimiento: Sansón y Juan el Bautista. Fuera de allí todos quienes asumieron ese compromiso lo hicieron por voluntad propia.
El nazareato fue un instrumento para que las personas dejaran su vida mundana y se entregarán por completo a la vida espiritual. Debían tener determinación y una voluntad decidida a enfrentar los deseos de consumir los productos de la uva para que de esa manera pudieran concluir su voto. No lo hacían en el tabernáculo, sino en sus casas.
Era una promesa que le hacían a Dios y debían cumplirla. Se trataba de un ejercicio que les permitía concentrarse en todo aquello que agradaba a Dios y se distanciaban de lo que les estorbaba para entregarse incondicionalmente al Señor. De esa forma experimentaban lo que los levitas y sacerdotes vivían toda su vida.
A diferencia de ellos, una vez terminada su promesa ellos volvían a sus actividades cotidianas, en cambio levitas y sacerdotes debían permanecer en su condición para siempre porque Dios les había designado esa actividad. Los nazareos asumían de esa forma una experiencia de lo que sus compatriotas vivían diariamente.
Entendían perfectamente que consagrarse a Dios implica dejar muchas cosas y abrazar una vida de disciplina y constancia.