La Biblia dice en Proverbios 9: 7

El que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta; el que reprende al impío, se atrae mancha. 

No hay labor ni tarea más ingrata en este mundo que corregir a las personas. Los padres son la primer gran aduana de corrección de los seres humanos. Una persona que nace y crece sin corrección está destinada a pensar que todo lo que hace está bien y que su vida transcurre sin límites. Pero muchos papás si hacen su mejor esfuerzo.

Se corrige a los hijos porque se les ama, pero en ocasiones toca llamar la atención o regañar a personas fuera del círculo familiar y entonces las cosas se complican. Si aún exhortar a nuestros familiares constituye la posibilidad de ganarnos su molestia y enfado, qué podríamos esperar de desconocidos.

El proverbista dice que quien corrige al escarnecedor y al impío se gana dos cosas. En primer lugar será afrentado y en segundo lugar se atrae mancha. Es decir la respuesta de esta clase de personas al llamado de atención será virulento. No solo no la recibirán sino que se molestarán tanto que la emprenderán contra quien haya osado corregirlos. 

La idea de Salomón es que tengamos mucho cuidado a la hora de decidir corregir a alguien. Hay personas que sencillamente no solo se perderá el tiempo con ellos, sino que se ganará un enemigo por mucho o tiempo o de por vida. Esa es una verdad estrujante porque hay seres humanos que no tienen la menor intención de cambiar sus malos hábitos. 

Identificar a esta clase de personas es lo mejor que podemos hacer para vivir en paz y dejar nuestro esfuerzo para personas que si valga la pena llamarles la atención. Los necios, insensatos, imprudentes y simples no reciben ninguna clase de represión, al contrario se enojan y se enojan mucho. 

Salomón sabe que en esta vida nos encontraremos con personas que hacen cosas que van en contra de la lógica y que necesitan ser corregidas, pero nos advierte que debemos tener cuidado y saber que si tomamos el reto de reprenderlas las consecuencias serán muy ingratas y debemos estar dispuestos a soportarlas. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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