La Biblia dice en Nahúm 3:19

“¡No hay remedio para tu herida; tu llaga es incurable! Todos los que oyen de tu desgracia aplauden de alegría, pues ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?”.

Asiria tuvo por capital la ciudad de Nínive. Esa ciudad tuvo una oportunidad de parte de Dios para no ser destruida al enviar a predicarles al profeta Jonás que inicialmente no quiso ir, pero que Dios terminó obligándolo a acudir a compartir el mensaje de salvación y ellos se arrepintieron, pero dicha actitud no duró mucho.

La profecía de Nahúm da cuenta del juicio de Dios contra esa ciudad. En la visión de este varón de Dios se resalta una de las características principales por las que fue destruida por parte de Dios. Era una ciudad cruel. La crueldad marcaba el accionar de sus gobernantes y ciudadanos.

El imperio de Asiria al que pertenecía este lugar fue un reino que conquistaba pueblos y naciones y no bastaba con exigirles tributos. Generalmente lo que hacían era exiliar a todos los conquistados desarraigándolos de su tierra, enviándoles lo más lejano posible para que no intentaran rebelarse.

Así actuó con el reino del norte. Las diez tribus de Israel fueron precisamente desaparecidas por este reino y de ellas nunca más se volvió a saber. A poblar ese territorio trajo extranjeros que al mezclarse con los judíos que habían quedado conformaron siglos después a los samaritanos que eran mitad hebreos y mitad gentiles.

Pero no fueron los únicos, todos los pueblos que fueron subyugados padecieron el mismo trato y por eso fue conocido como una nación sin compasión. El orgullo de este pueblo era Nínive, una metrópoli que fue el primer conglomerado humano grande de este mundo. Para recorrerla había que tardar tres días.

Y Nínive fue destruida por Dios para castigar la maldad de Asiria. Dios se encargó de un imperio que parecía imbatible. Un reino que parecía indoblegable fue sometido y hoy de aquella poderosa ciudad solo quedan ruinas en lo que hoy es la nación de Irak, donde sus vestigios están asentados.

La lección de esta ciudad es para todos: la maldad siempre será castigada. La crueldad también pasará por la balanza del Todopoderoso y nadie podrá escapar. Sobre todo la de aquellos que fueron crueles hasta con los que debían ser sus seres queridos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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