La Biblia dice en Job 26:7
“Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada.”
Muchísimo antes que se construyeran tanto las brújulas que orientan el sentido de los puntos cardinales y el telescopio para poder contemplar el universo en toda su plenitud y grandeza, la Biblia estableció con toda claridad que el fin del norte en realidad es el vacío y la tierra cuelga como una esfera también en el vacío.
Hace miles de siglos esta verdad era moneda corriente entre los hombres, pero tuvieron que pasar muchos siglos para que “los científicos” pudieran aceptar que la Biblia enseña verdades sencillas, pero profundas a la vez como las del norte y la tierra que penden en medio del infinito.
Y así como encontramos estas dos verdades, encontramos muchas otras que muy a pesar del ser humano están bien definidas en la Biblia y bien delineadas, claras, simples y sobre todo exhibidas para aceptarse, aunque muchas personas sigan pensando que la Biblia es una obra para ignorantes.
El libro de Job profundiza sobre las obras de Dios en el universo. Lo hace para hacernos comprender la grandeza del Creador, su inmenso poder y su infinita sabiduría para que de esa manera podamos aceptar y reconocer que frente a sus atributos, los hombres somos casi nada.
Uno de los tantos ejemplos que encontramos en ese formidable volumen de la Escritura es el relacionado con el planeta tierra, que visto a través de los poderosos telescopios con los que hoy en día cuentan los hombres de ciencia parece una esfera suspendida en el cielo con una pregunta evidente: ¿por qué no se cae?, ¿por qué parece que está pegada?
¿Quién la puso justamente en ese lugar para que los rayos del sol la bañen justamente con el calor necesario para que haya vida sobre ella, tanto animal como humana? Que maravilla y que inteligente debe ser la mente de quien puso en su lugar no solo la tierra, sino cada planeta y el sol mismo.
Job nos conduce a pensar en esas verdades para llevarnos a reconocer que estamos ante un Dios con un poder ilimitado que puede hacer conforme a sus soberanos pensamientos y que jamás se equivoca, que siempre sabe lo que hace y que dirige este mundo de acuerdo a criterios que van más allá de lo que los seres humanos podemos entender.
Cuando sufrimos pensamos que Dios ha perdido el control. Que Dios no sabe lo que nos ocurre o que de plano es un Dios limitado. ¡Que Dios nos perdone cuando el dolor nos lleva a esas ideas descabelladas! En realidad el nunca deja de ser Dios y en consecuencia nunca deja de ser poderoso.