La Biblia dice en Marcos 1:3
“Y así se presentó Juan el Bautista en el desierto; decía a todos que debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados.”
El evangelio de Marcos comienza presentando la profecía de Isaías cumplida en la predicación de Juan el Bautista. Setecientos años antes de Cristo el profeta Isaías anunció que Dios enviaría un mensajero delante del Mesías para que le preparara el camino recto antes de su manifestación.
El mensaje de Juan fue sencillo: las personas debían de hacer una profunda reflexión de su vida y ajustarla a las demandas de Dios. Si sus vidas no se ajustaban a lo que Dios pedía, entonces, debían corregirla y sujetarse a la voluntad del Señor y una vez tomada esta determinación debían bautizarse.
A ese ministerio juanino se le llamo bautismo de arrepentimiento que sirvió como preámbulo, antecedente o preparación para el ministerio de Cristo, quien también sin requerirlo fue a las aguas bautismales aun con la oposición de Juan que reconoció en él al Cordero de Dios y en consecuencia innecesario bautizarse, pero así se cumplió el plan divino.
Juan ganó muchos adeptos con su ministerio, incluso algunos discípulos de Jesús fueron primero seguidores de Juan como Andrés, el hermano de Pedro y otros más, pero sabía perfectamente que simplemente era una voz en el desierto, una especie de heraldo que anunciaba al verdadero protagonista de la salvación, a Cristo Jesús.
La campaña de Juan estaba enfocada a un aspecto fundamental de la vida cristiana. El arrepentimiento que contra todo lo que muchos piensan no solo es sentir pesar por nuestra mala conducta, sino un cambio de rumbo en nuestra vida, si antes mentiamos, ahora debemos hablar verdad. Si antes robabamos, ahora debemos trabajar.
Su predicación llegó justo en el momento en el que el pueblo judío había caído en ese estado espiritual donde se había perdido la noción de hacer las cosas para el Señor con un corazón renovado, una actitud correcta y sobre todo con un espíritu anhelando la santidad de Dios y se había vuelto una religión, donde todo se hacía de manera monotona o mecánica.
Las palabras de Juan el Baustista nos sirve para recordarnos que debemos revisar siempre lo que hacemos para el Señor, de ello dependerá grandemente que no caigamos en la costumbre que destruye la frescura con la que debemos servir a Dios siempre. Es un retorno a la voluntad de Dios.