La Biblia dice en Daniel 1:8
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió por tanto al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.
Lejos de su patria, exiliado por el pecado de sus padres y sometido a la presión del rey de Babilonia, Daniel se resistió a vivir como las circunstancias parecían obligarle hacerlo y evitó a toda costa dejarse asimilar por la cultura babilónica a través de la comida y estilo de vida prevalenciente en la corte de esa nación pagana.
Miles de compatriotas suyos estaban ya viviendo bajo los estandandres culturales que les imponía el exilio, pero el profeta no lo hizo así. Resistió y se mantuvo firme en un lugar donde todos tenía que hacer lo que les imponían las nuevas reglas y leyes a las que se tenía que someter, so pena de ser muertos.
El texto que hoy meditamos dice que Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la comida del rey. Me gusta como traduce la versión la Biblia de la iglesia en América esta frase porque dice: “Daniel decidió no contaminarse con la comida y el vino del rey” lo que nos aclara que lo Daniel hizo fue tomar un decisión.
Daniel basó su fuerza de voluntad en una decisión. Un decisión que bien pudo no haber hecho, al final de cuentas no era problema suyo alimentarse en un lugar donde no tenía ni voz ni voto porque no solo era un súbdito, sino que era un prisionero de guerra tratado con deferencia solo por ser de linaje real, pero nada más.
Sólo que este hombre decidió, deliberó y resolvió practicar las leyes ceremoniales de la Torá judía en un lugar donde nadie las cumplía y nadie le obliga a cumplirlas y allí radica su enseñanza a todos nosotros porque nos lleva a reflexionar no solo ha hacer las cosas que nadie quiere hacer, sino a cumplir con nuestras obligaciones espirituales donde nadie ve.
Y lo hizo así porque estaba completamente convencido en lo que creía. Estaba tan convencido que determinó abstenerse de consumir la dieta que el rey le impuso a todos los jóvenes que había llevado a su palacio de gobierno sin que nadie le obligara y donde todo tendría justificación.
Su decisión nos desafía cuando la cultura del mundo nos presiona, cuando la corriente de pensamiento de nuestra sociedad nos impone lo que debemos creer o aceptar y cuando las circunstancias parecen conducirnos irremediablemente a romper con nuestras convicciones y dejarno asimilar por sus conceptos.
Recordar que hubo un hombre que se mantuvo fiel a lo que creía resulta alentador y todo un reto en un mundo donde nadie parece querer correr riesgos como Daniel lo hizo.