Proverbios 3:5-7
5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal. Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio a tus huesos.
Introducción
Quizá no todos, pero sí muchas personas en estos días hacen planes, proyectos y propósitos de todo tipo: hacer más ejercicio, ahorrar más, bajar de peso, mejorar sus relaciones personales, dejar malos hábitos, hacerse de mejores costumbres, leer más y en fin toda clase de metas que sirvan como eje de en nuestras vidas.
Sin embargo, si volteamos hacia atrás podemos constatar que en otras ocasiones hemos hecho esos planes y esas metas y no las hemos alcanzado. Muchos de nuestros planes han fracasado y se han perdido y por ello mejor los cambiamos por otros, quizá más pequeños o menos complicados con tal de alzar los brazos en victoria por haberlos logrado.
Pero en ocasiones, ni esos logramos alcanzar y por eso muchas personas para estas fechas ya no se comprometen con nada, no tienen planes y muchos menos propósitos y toman la vida como venga y se convierten así en seres arrastrados por las circunstancias como las olas del mar que son arrojadas por aquí y por allá por el viento tempestuoso.
El problema de vivir de esta forma es que en realidad no vamos a ninguna parte. No tenemos forma de medir nuestros logros y definitivamente vivimos sin ninguna clase de expectativa porque todo se lo hemos dejado a otros o a cualquier clase de situación que venga a nuestra vida.
El proverbista nos hace una invitación a todos para lograr que lo que nos proponemos llegue a buen término. Salomón, el autor de los Proverbios tiene para nosotros palabras y un mensaje sencillo para que nuestros proyectos se cristalicen o materialicen y podamos ver lo que tanto anhelamos.
Se trata de consejos nacidos de la experiencia y surgidos de observar la manera en que los hombres conducen su vida, pero sobre todo nacidos de haber visto la forma como opera Dios en la vida de las personas, de tal manera que son seguros y totalmente ciertos y a prueba de toda duda.
El primer consejo que Salomón nos da es que nos fiemos en Dios con todo nuestro corazón. Algunas versiones vierten como confiar en lugar de fiar que es exactamente lo mismo. Salomón nos pide que dejemos todo en las manos de Dios, que nos abandonemos totalmente en el Creador.
Al decir que lo hagamos con todo el corazón, en realidad lo que esta diciendo es que lo hagamos sin condiciones, sin dejar nada en nuestras manos o nuestras fuerzas. Es cerrar los ojos y dejar que él conduzca nuestras vidas. No es fácil hacer o tomar la decisión de dejar en manos de Dios nuestros planes porque siempre queremos intervenir en ellos.
El proverbista sabe perfectamente que los seres humanos somos muy dados a entregarle a Dios solo parte de nuestros planes o en otras palabras que solo confiamos a él algunas cosas y en cambio otras las reservamos para nosotros como si él no pudiera llevarlas todas o como si nosotros fuéramos mejor o más inteligentes que Dios.
Hay dos grandes beneficios en confiar totalmente en Dios: el primero de ellos es que Dios endereza nuestras veredas o lo que es lo mismo, nos lleva por el camino recto, es decir, dirige de tal manera nuestros pasos que no nos lleva a lugares donde perdamos tiempo, dinero o esfuerzo, recursos valiosísimos siempre.
Cuando confiamos ciegamente en el Señor tenemos la garantía que iremos por el camino correcto, que las adversidades o circunstancias que parecen ir en contra de nuestros planes y proyectos en realidad solo son contratiempos bajo el control y dominio del Creador y nada debemos temer.
La segunda razón que encontramos al confiar en Dios es que de esa manera Dios se convierte en medicina a tu cuerpo, y refrigerio a tus huesos, como dice el verso ocho de nuestro texto. En realidad es una expresión poética para decirnos que Dios nos da calma y tranquilidad a nuestras vidas.
La ansiedad es uno de los grandes males de este siglo. Las personas viven atrapadas en la presión, la angustia y la zozobra por lo que puede llegar a sus vidas o por lo que no puede llegar de tal suerte que se llenan de incertidumbre. De hecho el futuro es incertidumbre para todos.
Cuando confiamos absolutamente en Dios lo primero que hace con nosotros es darnos calma y tranquilidad. En medio de las dudas que pueden llegar a nuestra vida porque algunos acontecimientos ir en contra de nuestros planes, si confiamos en Dios encontraremos además de paz, fuerza para seguir luchando por nuestros sueños.
Se trata de dejar en las manos de Dios no solo lo que pensamos, sino todo lo que hacemos, es permitirle gobernar nuestra vida como a él le plazca y entonces se encargará de todos los imponderables que vienen a nuestra vida.
Para llegar a ello debemos hacer dos cosas o evitar dos actitudes que dañan o lesionan gravemente nuestra relación de confianza con Dios.
Deja a Dios tus planes: no se perderán y tendrás paz
A. No te apoyes en tu propia prudencia
B. No te apoyes en tu propia opinión
Salomón encontró dos enemigos o adversarios de la confianza total en Dios y los menciona en los versos que estamos meditando. Todas las personas de todos los tiempos batallamos para entregarle el control de nuestras vidas a Dios, luchamos por dejarle el timón de nuestro barco porque pensamos que no puede hacerlo.
A. No te apoyes en tu propia prudencia
El rey sabio de Israel dice que los hombres nos apoyamos en nuestra propia prudencia para no dejar en manos de Dios nuestros planes, aunque con esa decisión se pierdan y no tengamos ni tranquilidad ni fuerza para enmendarlos y llevarlos por buen cauce y alcanzar nuestras metas.
La frase “propia prudencia” se traduce en otras versiones como “propia inteligencia”. La palabra “prudencia” que usa la versión Reina Valera 1960 procede de la raíz hebrea “binah”, que se traduce como compresión y entendimiento. Se trata del resultado de procesar ciertos datos o informes y llegar a una conclusión.
A diferencia de los animales, los hombres son los únicos seres vivos capaces de llevar a cabo un proceso de reflexión y llegar a una conclusión que no necesariamente tiene o puede ser cierta, sino puede ser una tremenda equivocación, aunque parezca, se vea o tenga una lógica natural.
Por eso la versión Reina Valera 1960 la llama “tu propia prudencia” porque al pensar y repensar cierta situación, ver sus pros y contras, revisar desde todos los ángulos lo que puede traer a nuestra vida decidimos hacer o no hacer ciertas actividades, pero ellas tienen un sesgo que las hace peligrosas o inciertas, nacen de cada persona, sin Dios.
Es, en síntesis, una profunda reflexión humana, claro, pero equivocada, nacida de la mente humana, sin la dirección de Dios y por eso no sirve para llegar a confiar en Dios porque se origina de la mente natural del hombre, ese espacio o lugar donde Dios no está asentado, sino que está ausente.
La confianza total en Dios es incompatible con la propia prudencia o la propia inteligencia de los hombres que se dejan arrastar por sus pensamientos pensando equivocadamente que pueden ser superiores a la mente del Señor.
B. No te apoyes en tu propia opinión
El verso siete de nuestro estudio dice de la siguiente manera: “No seas sabio en tu propia opinión”. Algunas versiones lo traducen como “no te creas demasiado sabio” o “no te jactes de ser sabio”. El hombre se ha creído desde casi la creación del mundo más sabio que el propio Creador.
La palabra hebrea que la versión Reina Valera 1960 traduce como “sabio” es “chakam” y se traduce en diferentes porciones de la Escritura como “hábil”, “habilidad” o “astuto”. El hombre del que está hablando aquí Salomón es aquel que posee ciertas habilidades para enfrentar adversidades o problemas, sin duda alguna.
El problema que tienen esta clase de hombres es que a veces confían más en sus habilidades que en Dios y la seguridad total en Dios se topa con pared cuando nos creemos o según nosotros mismos tenemos ciertas capacidades o habilidades y podemos valernos de ellas y prescindir de Dios o que no necesitamos del Señor.
Este es uno de los grandes males que enfrentamos a la hora de confiar en Dios, pensamos que somos más inteligentes que él, que nosotros si sabemos lo que es más conveniente para nuestra vida y entonces para que depositar en sus manos nuestros planes y propósitos si nosotros podemos manejarlos mejor que él.
Se trata, en consecuencia, de una afrenta contra nuestro Creador porque es pensar que nosotros sí podemos conducir nuestra vida. Algo realmente absurdo porque basta una adversidad sencilla y simple para darnos cuenta que nosotros no podemos dominar las circunstancias que rodean nuestra vida.