La Biblia dice en Lucas 16:15
“Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.”
Cuando Dios ordenó a Samuel que dejara de llorar por Saúl que había sido desechado y que se trasladara a Belén a ungir al nuevo rey de Israel tuvo ante sí al primogénito de Isaí quedó impresionado por su físico y se dijo a sí mismo que estaba ante el ungido de Jehová, pero Dios lo detuvo de inmediato y le dijo una verdad profunda sobre nuestros prejuicios.
“No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”, le dijo de manera categórica para aclararle no solo que ese chico no sería el rey de Israel, pero también para corregir su equivocada apreciación.
Y no es que Samuel no fuera espiritual o le falta discernimiento, lo que pasa es que pensado en el remplazo de Saúl, se dejó llevar por la apariencia del primer hijo de Isaí que era igual de físico que Saúl, pero en esta ocasión la elección de parte de Dios iba más allá del aspecto externo del elegido.
Hay una enorme facilidad de equivocarnos al juzgar si una persona es ideal para un puesto. Esa es una realidad y verdad, pero es todavía más fácil dejarnos llevar por lo externo cuando estamos frente a la piedad o vida piadosa de una persona. Es tan fácil ser engañados que es necesario estar muy alertas.
Eso fue lo que Jesús quiso enseñarle a sus seguidores cuando reprendió a los fariseos y escribas que eran expertos en simular. Eran tan buenos para aparentar que literalmente tenían “apantallados” a sus compatriotas, pero no a Jesús que sabía perfectamente quiénes eran y que había en lo profundo de su corazón.
Una versión moderna del texto que hoy meditamos dice así: “Ustedes quieren pasar por hombres de bien ante la gente, pero Dios conoce sus corazones; porque en realidad lo que parece valioso para los hombres, es despreciable para Dios.”
Los escribas, fariseos e intérpretes de la ley podrían engañar a cuantos quisieran, pero a Dios nunca lo podrían engañar porque él no se fija en lo externo. Dios mira el corazón para saber que hay allí depositado y eso es lo que él evalúa. Los hombres se equivocan siempre, pero Dios no. El Creador conoce muy bien a cada persona.
Se puede vivir una existencia de apariencia, pero Dios va a la raíz para conocer lo que hay en cada persona y ante él todo esta al descubierto.