La Biblia dice en Job 38:4
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber si tienes inteligencia.”
Esta fue la primer pregunta que Dios le hizo a Job para confrontarlo y hacerle ver que nada ni nadie puede estar por encima de Dios. La tierra es una de las manifestaciones de la obra perfecta de Dios. Es la expresión de su dominio absoluto y total de todo lo que pasa en este mundo y su inmenso poder.
Para comprender la interrogante que le lanza a Job es muy pertinente que podamos acercarnos un poco a lo que representa la tierra o sus características para asimilar el sentido del cuestionamiento.
1 La tierra es una esfera, elipse dicen algunos, suspendida en el espacio. ¿Cómo es que se mantiene en esa posición o de esa manera? No se cae ni se desprende. Ese es un gran milagro. Dios la colocó en esa posición y es inamovible.
2 La tierra tiene un diámetro de 12, 756 kilómetros y una superficie total más de 500 millones de kilómetros cuadrados.
3 Es el único planeta que tiene vida. Concentra todos los climas. Hay lugares donde el calor alcanza más de cincuenta grados centígrados y también lugares donde el frío es intenso con temperaturas de 80 grados bajo cero.
4 De su superficie total el setenta por ciento esta cubierta de agua. Más del noventa y siete por ciento es agua salada y solo el tres por ciento es dulce para el consumo humano.
Cuando Dios le preguntó a Job dónde estaba mientras él creó la tierra, lo estaba llevando a considerar justamente cada uno de estos breves y pequeños datos, porque hay más, para poder enfrentarse a Dios o exigirle a Dios que hiciera lo que él decía o que cambiara sus designios.
De ningún modo podemos exigirle nada a Dios. Somos tan breves, finitos y pequeños ante su grandeza. El tamaño de Dios es fácil medirlo si nos atenemos a la tierra. Este inmenso planeta que nos sorprende por sus maravilla fue diseñado por un Ser mayor, capaz de crear de la nada una obra tan perfecta.