La Biblia dice en Lucas 1:27
“A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.”
De acuerdo a la costumbre judía de aquellos días el matrimonio se llevaba a cabo en dos tiempos. El primero era su formalización entre los novios y los padres y el segundo era su consumación cuando hacían sus votos, eran bendecidos y comenzaban su relación de pareja propiamente.
En ese inter fue cuando el ángel Gabriel le comunicó a María que sería el instrumento especial para que el hijo de Dios naciera. En su relato Lucas nos dice el estado civil en que se encontraba María cuando recibió el mensaje angelical, pero lo hace reiterando en dos ocasiones que era una virgen, es decir que el matrimonio con José no se había consumado.
Los dos estaban a punto de comenzar su vida de pareja cuando ella se entera de los planes que Dios tenía para su vida. La comunicación de Gabriel sucedió justo en ese tiempo porque de esa manera se protegía a María. De haber estado soltera o casada ya el milagro no hubiera sido creído, al contrario la hubieran apedreado y si no era virgen, incumplía con la profecía de Isaías.
Pero Dios cuidó detalladamente cada uno de los aspectos que se necesitaban para que el nacimiento fuera virginal y así se cumpliera lo dicho por el profeta: He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Isaías 7: 14.
Los planes de Dios son perfectos porque hilvana, enlaza y une detalles de tal manera que todo se acomoda para que sus eternos propósitos se cumplan en la vida de las personas, claro a veces producen incomodidades, molestias y hasta miedos, pero su presencia y cuidado garantizan siempre su cabal cumplimiento.
Que María apareciera embarazada era un gran riesgo porque estaba desposada. Nadie creería que el Espíritu Santo la había cubierto con su sombra y había quedado encinta. Nadie, ni el propio José. Pero el Señor protegió cuidadosamente tanto a José como a María para ser los grandes protagonistas de la salvación.
La navidad nos enseña una y otra vez que los planes de Dios son perfectos, pero que su cumplimiento no está exento de grandes riesgos, angustia, miedo y hasta desesperación, pero confiemos, Dios siempre tiene el control y hace que todo se acomode como un rompecabezas donde cada pieza embona naturalmente.