La Biblia dice en Salmos 43: 4

“Entraré a altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.”

El salmo cuarenta y tres está ubicado en una sección de salmos compuestos por los hijos de Coré. Con toda probabilidad es una composición de ellos porque además de estar en esa ubicación del salterio judío su contenido nos lleva por las actividades que ellos desempeñaba en el templo de Jerusalén. 

Dios los había escogido a ellos para servir en el recinto sagrado de los hebreos. Descendientes de la tribu de Leví ellos fueron los encargados de mantener en orden las actividades allí. Ellos y los descendientes de Aarón, que fueron elegidos como sacerdotes, servían constantemente allí. 

Ellos que sábado a sábado y fiesta tras fiesta hacían exactamente lo mismo nos enseñan como no caer en la rutina a la hora de alabar a Dios o hacer la obra del Creador. La relación con Dios y sobre todo el cumplimiento de nuestras obligaciones se puede volver un programa o actividad carente de chispa, sin vitalidad y a veces, tristemente, hasta aburrido.

Los hijos de Coré descubrieron que Dios era su alegría. Una actividad tan santa como entrar al altar del Señor Dios Todopoderoso reiteradamente podía convertirse en una carga y perder su valor y relevancia. Ellos descubrieron que esa actividad cotidiana les podía traer alegría si Dios era su alegría. 

Convertir a Dios en el motivo de gozo de su existencia les permitió a ellos que sus actividades al interior del templo y también lo que hacían fuera del mismo lo ejecutaran con regocijo y con eso superaron cualquier obstáculo que se presenta cuando tenemos que cumplir con nuestras obligaciones espirituales.

Todo en la vida se ha de hacer con alegría, pero con mayor razón todo lo concerniente a Dios. Nada más contradictorio en esta existencia que acercarnos a servir a Dios por obligación, porque no hay alternativa o porque sencillamente lo tenemos que hacer. Eso es muy desagradable para Dios y por supuesto algo que lo afrenta. 

El salmista dice que lo que hace lo hace con alegría y como consecuencia de ese gozo le canta al Señor. La alegría hace que cantemos y que lo hagamos con mucho gusto y sin que nos cueste abrir la boca y externar con todo nuestro ser nuestra alabanza a Dios, pero para ello es necesario hacer a Dios el motivo de nuestro contentamiento. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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