La Biblia dice en Job 36:22-23

“He aquí Dios es excelso en su poder; ¿qué enseñador semejante a él? ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá has hecho mal?”

La versión de la Biblia Dios Habla Hoy nos presenta estos versos de la siguiente manera: “Fíjate en el gran poder de Dios. Ningún maestro es comparable a él; nadie puede decirle lo que tiene que hacer, ni echarle en cara el haber hecho mal.” La versión de la Biblia de la iglesia en América, lo hace así: “Mira, Dios es sublime en su poder. ¿Quién podrá ser un maestro como él? ¿Quién le ha señalado su camino? ¿Quién le dirá cometiste una injusticia?

Puestos en esa perspectiva estos versos los comprendemos mejor y nos ayudan grandemente a entender las palabras que Eliú dirigió a Job para llevarlo a considerar la amarga experiencia que estaba viviendo al perder su salud, a todos sus hijos y todos su bienes que había acumulado a lo largo de su vida.

La primera gran virtud de este discurso es que plantea una verdad muy interesante porque presenta a Dios como un maestro. Dios enseña al hombre una y otra vez cuáles son sus caminos y por supuesto a sus hijos les muestra de manera pedagógica los caminos que deben seguir. Nadie como él para enseñar, educar, formar e instruir.

Sus lecciones sobre pasan en mucho a los maestros humanos porque son experimentales, es decir el hombre las vive para que no las olvide. Dios se echa a cuestas esta labor dirigida a hombres y mujeres que a veces no entienden que lo que les sucede es una enseñanza para conocer mejor a Dios o para aprender a escucharlo.

En ese sentido lo que Dios hace con nosotros no debemos menospreciarlo, ni mucho menos molestarnos con él porque en realidad esta procurando nuestro aprendizaje de vida para bien por eso la afirmación de Eliú es innegable nadie es como él para educar. Dios nos educa como un padre educa a su hijo. La materia más difícil es la del sufrimiento.

Cuando padecemos Dios está formando nuestro carácter, pero a veces pensamos que esta equivocado en lo que hace, por eso Eliú le dice a Job que no podemos echarle en cara a Dios que lo que hace esta mal porque a Dios nadie le puede decir qué es lo que tiene que hacer, ni mucho menos lo que no debe hacer. Es un maestro en toda la extensión de la palabra.

¿Cómo pensar, entonces, que él ha hecho mal o equivocadamente algo? Por supuesto que no. En Dios encontramos la perfección en grado sublime y por ello es inerrante, es decir es infalible porque nunca se equivoca.

Dejemos a Dios formarnos, instruirnos, entrenarnos, sobre todo cuando aplica su disciplina sobre nosotros. Él siempre sabe lo que es mejor para nuestras vidas.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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