La Biblia dice en Job 42:1
“Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.”
Lo primero que Job alcanzó a decirle a Dios luego de casi cien preguntas imposibles de responder fueron dos conclusiones que llegaron a su mente y a su corazón: la primera es que Dios es Todopoderoso u Omnipotente y la segunda es que Omnisciente, dos atributos que plantean clara y definitivamente su superioridad frente al hombre.
El ser humano tiene el poder limitado y desconoce muchísimas cosas no solo del universo y de los demás hombres, sino de sí mismo, entonces cómo tiene el atrevimiento de confrontarse con Dios, si en un frente a frente o un mano a mano nunca podrá sostenerse ante Dios y mucho menos podrá ganarle.
Job salió vapuleado luego de las preguntas que el Señor le planteó porque cada una de ellas escapaba y escapa por completo a la inteligencia del hombre. No puede por más ciencia que tenga explicar muchos fenómenos naturales, actitudes de animales y bestias y hechos de la naturaleza.
No podemos explicar muchísimas cosas porque carecemos de los fundamentos que dan existencia a seres y hechos de la naturaleza. Estamos completamente incapacitados para presentar ante Dios el por qué de muchas otras tantas situaciones que vemos a diario en el universo.
Sin embargo, los hombres somos muy atrevidos cuando le exigimos a Dios que nos de cuenta o razón de lo que sucede en este mundo y de lo sucede en nuestra vida cuando las circunstancias son adversas. No podemos hacer nada frente a él porque es Todopoderoso, es decir que puede hacer lo que le plazca.
Luego la aseveración que hace Job sobre que Dios conoce todos los pensamientos nos hace pensar o reflexionar en su capacidad para conocer nuestras verdaderas motivaciones y no lo superficial con que a veces nos dirigimos a los demás o vivimos la vida.
Job comprendió la magnitud de Dios cuando Dios lo confrontó con interrogantes. Pregunta a pregunta, el patriarca supo que la concepción que tenía de Dios era completamente equivocada. En realidad no conocía bien a Dios y desconocía lo que en realidad encerraba lo que estaba viviendo. Su dolor y sufrimiento tuvieron claridad cuando Dios le habló.
Dios se reserva siempre el derecho obrar conforme a sus eternos propósitos que siempre serán inalcanzables para nuestra mente finita.