La Biblia dice en Job 19:25

“Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo.”

Job nos enseña que en los momentos más aciagos de dolor y sufrimiento la esperanza en Dios es el mejor consuelo que podemos encontrar porque las palabras de nuestros amigos y familiares pueden fallar y fallan a la hora de encontrar una explicación sobre lo que está sucediendo en nuestra vida.

El verso que hoy meditamos es traducido por la versión Dios Habla Hoy de la siguiente forma: “Yo sé que mi defensor vive y que el será mi abogado aquí en la tierra”, que nos permite acercarnos mejor al sentido de lo que el patriarca quiso comunicar al dirigirse a sus tres amigos que inicialmente trataron de consolarlo, pero luego lo condenaron.

Job descubrió y nos ayuda a descubrir que en esas ocasiones de tribulación lo que vale y lo que no habrá de sostener para resistir y no volvernos locos por la calamidad que puede azotar inclementemente nuestras vidas es la certeza, convicción y seguridad que nuestro Redentor o Defensor vive.

Las congojas y aflicciones que se vienen en cascada a la vida de las personas nos hacen creer que Dios ha muerto. Que Dios ha dejado de ser real para nuestra existencia porque “su silencio” hace pensar que nos ha abandonado por completo. Por eso Job nos enseña a que hasta el final uno de tener esperanza de que Dios puede hacer que todo cambie.

Y es que al final de cuentas ante el dolor y sufrimiento el único que puede abogar por nosotros o el único que se puede levantar sobre el polvo es precisamente Dios. Sólo Dios puede ser capaz de sanar nuestras heridas, de curar nuestro incesante dolor, no sólo el físico, pero también el del alma que es el que a veces nos atormenta más.

En medio de su gran aflicción Job reconoció que Dios vivía y que solo él podría defenderlo de todas las adversidades que estaba pasando. Dos verdades que son de gran aliento para nuestra vida a la hora de sufrir. Dios vive y vive para siempre y Dios nos defiende y nos defiende bien. Nunca falla, nunca llega tarde.

Mientras haya esperanza y está esperanza esté puesta en el Creador nuestro corazón encontrará aliento y fortaleza en esas difíciles horas cuando el sufrimiento se instala en nuestras vidas.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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