Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en el desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.

La Biblia dice en Números 21:5

Los judíos se cansaron de comer maná todos los días. Y se cansaron de tal modo que resultaron fastidiados, enojados y airados que lo despreciaron con toda su alma, en otras palabras el alimento que Dios les proporcionaba todos los días les resultó una pésima idea del Creador.

Le reclamaron airadamente a Moisés por qué los había llevado al desierto donde no había pan, ni agua para consumir. Bueno, si había maná, pero ellos no querían ese sustento, ellos querían comer lo que estaban acostumbrados a degustar en Egipto, aunque fueran esclavos ellos querían comer y hacerlo bien.

La dramática situación de los hebreos es común a todos los creyentes: la libertad tiene un costo que no todos están dispuestos a pagar. Ellos eran libres de todo trabajo forzado, castigos y sufrimientos en Egipto, pero ansiaban la gastronomía que allí tenían. No importaba que los maltrataran, no importaba que los mataran trabajando. No.

Ahora en el desierto eran libres. No despertaban con la angustia de hacer la mayor cantidad de ladrillos, ni recoger mucha paja para elaborar el material que les exigían los egipcios, despertaban tranquilos y a la puerta de sus casas caía el alimento que requerían todos ese día, pero eso no tenía valor porque nos les gustaba lo que Dios les daba.

Que tremenda contradicción: no querían lo que Dios les daba como alimento, aunque no hacían nada por obtenerlo y sobre todo lo tenía con toda la libertad. No, ellos odiaban estar en el desierto y su queja recurrente era exactamente esa: en el desierto no tenían lo que querían y eso los hacía sufrir.

Pero Dios sabía que eso era lo que necesitaban y eso les daba. Si el Creador hubiera considerado que necesitaban otra clase de alimento se los hubiera dado. Pero ellos no lo entendían como nosotros a veces no entendemos por qué no nos da lo que le estamos pidiendo. Eso ocurre por una simple razón: sencillamente no lo necesitamos.

Alinearnos a esa determinación divina nos ayudará grandemente a disfrutar lo que tenemos porque cuando no estamos a gusto con lo que Él nos ha dado corremos el riesgo de perderlo todo, como le ocurrió a esos hebreos que murieron por miles ante tal empecinamiento de comer pan y no maná en el desierto.

Disfruta lo que tienes. Si Dios considera que necesitas otra cosa u otras cosas, Él mismo te lo dará.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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