Introducción a Juan 14

Cristo utiliza este capítulo para despedirse de sus discípulos. Después de tres años de enseñarles el reino de los cielos les dice hasta pronto. Es una separación que para ellos resultará difícil debido a que la falta de Cristo les hará sentirse huérfanos y Cristo quiere prepararlos y les dirige un profundo y emotivo mensaje de adiós.

Juan registra en su evangelio este discurso de Cristo mientras que los otros tres evangelios lo omiten. Es un mensaje cargado de esperanza y consuelo. De hecho en este capítulo se menciona al Espíritu Santo como el Consolador que vendría a alentar y animar a los seguidores de Cristo.

En este pasaje es común encontrar expresiones como “voy, pues, a preparar lugar”, “si me fuere”, “sabéis a donde voy”, “porque yo voy al Padre” y “voy y vengo a vosotros”, lo que nos muestra que Cristo les anunció a sus seguidores que partiría de este mundo y sería de una manera gloriosa y poderosa, pero mediante su muerte.

Este discurso del Maestro es de gran aliento para nuestras vidas porque nos muestra la manera en que concluyó su ministerio y la forma en que enfrentó la muerte. Es un mensaje lleno de esperanza y consuelo y es un ejemplo enorme de cómo nuestro Salvador enfrentó su última prueba: el sufrimiento de la cruz.

Es una despedida en la que el tema del Padre cobra singular relevancia. Cristo parte a las moradas del Padre no a cualquier lugar. Cristo señala que sus seguidores deben tener en claro que ese es el camino que todos deberán seguir. De hecho él es el camino, la verdad y la vida y nadie puede llegar al Padre si no es por él.

Cristo retornaba al cielo con el Padre y sus seguidores querían conocer al Padre, pero Jesús les dice que quien le ha visto a él, ha visto al Padre, con lo que deja en claro su unión con el Creador de una manera indivisible. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre les dice para atajar sus duda sobre su relación con el Padre.

Como en toda despedida, quienes se quedan experimentan tristeza y desánimo, pero Cristo los alienta de lo conveniente de su separación. Lo hace expresando la siguiente promesa: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará y aun mayores hará porque yo voy al Padre, les dice.

Sin embargo, la más grande promesa que hace Cristo al anunciar su muerte y retorno a las moradas celestiales es la de enviar al Consolador, el Espíritu Santo que estará no solo con ellos, sino en ellos. El Consolador los alentará y fortalecerá de tal manera que no sentirán orfandad al faltarles Cristo.

El mundo no puede recibir al Espíritu de verdad porque no lo ve, ni le conoce, pero los seguidores de Cristo lo conocen porque mora en ellos y estará en ellos.
Esa promesa se cumplió cuando Cristo envió al Espíritu Santo en el día de Pentecostés para acompañar para siempre a su amada iglesia.

La despedida de Cristo causó tanto revuelo entre sus apóstoles que en este capítulo encontramos a tres discípulos preguntando. Tomás, Felipe y Judas Tadeo le hacen preguntas porque el mensaje les resultaba incomprensible y cada uno de ellos tiene sus propias dudas que Jesús despeja.

Judas, que Juan identifica como un discípulo distinto al Iscariote, tiene una duda de cómo será que Jesús se manifieste a ellos una vez que se haya ido de este mundo y el Señor le responde que se manifestará a quien le ame. Dice Jesús que tanto él como el Padre harán morada en todos aquellos que le amen.

Finalmente les deja su paz y a sus seguidores consciente de que el maligno tendrá permiso divino para atacarlo, azotarlo y finalmente privarlo de la vida, aunque su poder tiene limites predeterminados. Nada tiene en mí, dice del maligno nuestro bendito Salvador quien se despide de sus apóstoles recordándoles que esa fue la voluntad del Padre.

El capítulo catorce de Juan nos muestra a un Jesús que se toma el tiempo para despedirse de sus seguidores. Aunque habría de resucitar y estar con ellos cuarenta días más antes de ascender al cielo, ocupa este tiempo para decirles hasta luego a sus seguidores a fin de que no tengan miedo ni temor por los sucesos que se avecinan.

Las despedidas nunca son agradables porque implican una separación definitiva y dolorosa por eso nuestro Señor le dedica un buen tiempo a sus seguidores para prepararlos a fin de afrontar con mucha entereza la separación que sería muy cruenta. En unas cuantas horas, el Maestro sería detenido y conducido al patíbulo.

Los discípulos iban a vivir un verdadero trauma. Muchos de ellos no lo iban a soportar. Todos huirían, pero luego él los buscaría. Pero para esos duros momentos en los que perdemos seres queridos no sabemos como actuar o como reaccionar, las palabras de Jesús en Juan catorce pueden servirnos para entender que podemos decir hasta luego sin desmayar.

Cristo nos muestra la manera como se despidió de sus amados discípulos. En treinta y un versículos nos ha dejado una profunda enseñanza que podemos sintetizar de la siguiente forma:

Donde Él esté, yo también estaré: La despedida de Cristo

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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