La Biblia dice en Génesis 9: 8-17

8 Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: 9 He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; 10 y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. 11 Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. 12 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: 13 Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. 14 Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. 15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.

Introducción

El diluvio fue un hecho extremo. Cuarenta días y cuarenta noches de lluvia para destruir a todas las naciones de la tierra fue un fenómeno metereológico extremadamente duro, pero necesario ante la terrible desviación moral y espiritual que se vivía en los tiempos de Noé, constructor del arca y sobreviviente de toda esa generación, junto con su esposa e hijos.

De las millones de personas que poblaban el mundo, de pronto solo quedaban ocho: Noé y sus tres hijos y sus respectiva esposas: ocho personas que tenían ahora la encomienda de volver a poblar la tierra, pero con la duda de qué sentido tendría si de nueva cuenta algún día no muy lejano Dios volvería a enviar otro diluvio.

Hablar del diluvio es hablar de un tema estremecedor. Un hombre anunciado un evento que nunca se había presentado, una sociedad incrédula, pervertida y violenta que se negó sistemáticamente a creer que eso sucedería algún día, pero a pesar de su rechazó el evento ocurrió y los destryó a todos.

La Escritura es clara cuando señala que las fuentes de las aguas en el cielo y la tierra se abrieron para destruir la tierra se debió a la corrupción que había inundado al mundo. Antes que el agua llenará la tierra, la maldad y desviación moral anegaba a los seres humanos sin posbilidad de que cambiarán de actitud.
Terminado el diluvio y cuando las aguas se secaron y los sobrevivientes salieron del arca, Dios les dirigió un mensaje a Noé, Sem, Cam y Jafet, sus hijos para declararse un pacto, convenio, acuerdo o alianza que establecía con ellos, con sus descendientes y con todo ser vivo: nunca más volvería a destruir la tierra y no vendría un diluvio, ni exterminio de todos.

Dios hizo un pacto con Noé. Un pacto unilateral por eso en los versos que estamos meditando utiliza en dos ocasiones la frase “mi pacto” porque nacía de Dios. No surgía por voluntad del hombre, sino del Eterno y para que ese pacto fuera recordado por Dios estableció una señal en el cielo: el arco iris.

Es obvio que ese fenómeno natural no se había visto nunca, pero a partir del fin del diluvio los hombres lo comenzaron a ver cada que llovía. Es claro que con esa señal en el cielo Dios se acordaría que había prometido que no destruiría a la humanidad de nueva cuenta y mucho menos con un diluvio.

El arco iris es una señal que le recuerda a Dios y nos recuerda a nosotros que este mundo no volvería a ser destruido a pesar de la maldad que se manifestase. Es una realidad apullante que los hombres han vuelto a cubrir este mundo de violencia y perversidad, perversidad que se manifesta con el uso que el arco iris tiene ahora.

No es casual, ni accidental que la bandera de la comunidad LGTB sea ahora el estandarte con el que salen a desfilar cada mes de junio en las más importantes ciudades de todo el mundo, incluyendo tristemente la ciudad de Jerusalén. La bandera del arco iris se le ha robado a los creyentes. Ha quedado como rehén de quienes causaron el diluvio.

Pero el pacto que Dios estableció con Noé, llamado también pacto noédico, establece con toda claridad la obligación que tiene Dios de no volver a destruir la tierra con un diluvio, a pesar de la grave corrupción moral que el mundo tiene y que fue lo que hizo que la generación de Noé pereceria.

El arcoíris: De pacto divino a bandera homosexual

A. Un pacto con todo ser viviente
B. Un pacto perpetuo
C. Un pacto para recordar un compromiso divino

A pesar de esta verdad, el arco iris fue tomado como bandera en la década de los setentas por el entonces movimiento LGBT hoy convertido en LGBTTTIQA. Parece una ironía que justamente el arco iris fuera tomado por estas personas para reivindicar sus derechos y empujar para que sean reconocidos.

El creador de dicho símbolo fue el estadounidense Gilbert Baker que la presentó el 25 de junio de 1978 en la primera marcha del llamado “orgullo” LGBT que se realizó en San Francisco, California, ciudad considerada como “santuario” para lo integrantes identificados con esas siglas que se replicó en otros países del mundo, incluido México.

Desde hace más 40 años el arco iris se ha convertido en el símbolo de lo que también llaman “diversidad sexual” que poco a poco se apodera del discurso tolerancia y respeto en diversos medios de comunicación para elevar a rango constitucional temas como matrimonio del mismo sexo y adopción de menores por parte de esas personas.

Justamente este mes se llevan a cabo las llamadas marchas del orgullo que se realiza en diversas ciudades del mundo, pero el COVID-19 las detuvo ahora, pero se hacían en muchos lugares, incluida Jerusalén donde desde hace unos diez años salen homosexuales y lesbianas judías a reivindicar esos derechos.

Que se hagan hasta en Jerusalén es un hecho sin precedentes y sintomático de la grave descomposición moral.

Bajo el lema de “diversidad sexual” los integrantes de estas agrupaciones han ido alcanzando derechos de rango constitucional para legalizar su cohabitación y poco a poco han obligado al Estado a crear leyes que protejan sus derechos, pero solo tienen un dique que no han logrado vencer y que difícilmente lo lograran: la Escritura.

En todos esos eventos hay miles de banderas con los colores del arco iris ondeando, sin saber que el arco iris es la señal del pacto entre Dios y los hombres.

A. Un pacto con todo ser viviente

Dios fue muy claro con Noé en los versos nueve y diez de nuestro texto que estamos estudiando:

9 He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; 10 y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra.

Dios estableció su pacto con Noé y sus hijos, con sus descendientes, es decir toda la humanidad y con todo ser viviente que la Escritura cataloga en aves, animales y toda bestia de la tierra, es decir con todo ser viviente que habita el planeta para que supieran que no habría otro diluvio.

La realidad es que los que salieron del arca quedaron impactados cuando descubrieron que en el mundo no había quedado nadie más que ellos y pensaban que tal vez podría venir otro diluvio que terminaría con la existencia humana sobre el planeta.

Por eso Dios les dijo que no habría otro cataclismo como el que habían vivido y hacía de manera unipersonal un pacto, un acuerdo o alianza para que se sintieran seguros de habitar en la tierra, pero también para que en gratitud a Dios le sirvieran, pero en realidad eso nunca sucedió.

Sobre sale en nuestro texto la frase “yo establezco mi pacto”. Nos queda claro que fue una decisión nacida exclusivamente de la voluntad divina, sin que los seres humanos intervinieran con una súplica o petición. Dios decidió de manera personalísima comprometerse con todo ser viviente, incluido el hombre, para pactar con todos.

B. Un pacto perpetuo

11 Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. 12 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: 13 Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra.

De manera reiterada en este pasaje Dios le dice a Noé “que estableceré mi pacto” con ustedes, pero ahora les muestra la señal de ese pacto: será el arco iris. Los pactos que Dios hizo con los hombres tuvieron una señal. El pacto con Abraham incluyó la circuncisión. El pacto con David tuvo como señal la perpetua dinastía real de sus descendientes.

El pacto que Dios estableció con Noé tendría como singular señal el arco iris. El convenio que hacía Dios era perpetuo, es decir para siempre. No volvería a destruir a la humanidad con un diluvio durante el tiempo hasta que la propia humanidad rebelde como siempre se enfrenté a Dios y deba ser extinguida de la tierra.

Han pasado miles de años de ese pacto y Dios lo ha mantenido firme a pesar de las grave e irreverente conducta del hombre que hoy en día se ha sobrepasado grandemente con su maldad en comparación con lo que ocurrió con la generación Noé, pero no ha sido destruida porque Dios cumple sus promesas y si dijo que no vendría otro diluvio, no vendrá.

El hecho de que el verso trece diga: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra, nos lleva a pensar que antes del diluvio ni Noé ni sus hijos conocían ese fenómeno que tiene una explicación científica:

Se forma por reflexión de la luz solar en gotas de aire suspendias en la atmósfera. Para encontralo se necesita que hay sol, y que a la vez haya gotas de agua en la atmósfera.

Sin embargo es claro que el arco iris es el resultado de una combinación de factores y circunstancias de la creación para que se forme de tal tamaño que se logre apreciar a kilometros de distancia por cientos de miles de personas que habitan en una comunidad.

C. Un pacto para recordar un compromiso divino

Del verso catorce al verso diecisiete encontramos la razón del arco iris en el cielo:

14 Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. 15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.

A caso Dios necesitaba acordarse de algo que había dicho. No creo. Entonces por qué repite dos veces la frase “me acordaré del pacto mío” y “me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente”. La razón de dichas expresiones es que las condiciones que dieron lugar al diluvio se volverían a repetir, pero él no volvería a enviar un diluvio.

Eso quiere decir que cada que sale el arco iris en nuestros días nuestro buen Dios se acuerda que no debe enviar otro diluvio aunque lo merecemos porque la maldad ha superado por mucho a los seres humanos de este planeta.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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