Dice la Biblia en Éxodo 32: 1-6

Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 2 Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. 3 Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; 4 y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición.Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. 5 Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. 6 Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.

Introducción

Desde los primeros días en el desierto los hebreos que habían sido rescatados de Egipto por la mano poderosa de Dios, dieron muestras de que ese Dios les incomodaba. En diversas ocasiones se quejaron con Moisés por todo, agua, alimento, peligro y un largo etcétera. Nada los ponía contentos.

Extrañaban mucho la vida que habían llevado en Egipto, que si bien había sido dura y difícil por la esclavitud, al menos comían lo que querían, pero ahora en el desierto, si bien habían desaparecido las penalidades del cautiverio, también se habían perdido los gustos y placeres que tenían cuando vivían con los egipcios.

Sí, estaban de acuerdo con su liberación, pero necesitaba “dioses” como los de los egipcios que no eran tan exigentes como Elohim y que eran permisivos grandemente, es decir, la conducta que desplegaran los seguidores no tenía relación alguna con su deidad y podían vivir a su antojo.

A pesar de las diez plagas que ridiculizaron a las deidades más populares de los egipcios, ellos tuvieron la osadía de mutar, cambiar y sustituir al Señor, sin importar lo que gastaran o el precio que tuviera y me refiero al aspecto material o económico, pero también al aspecto espiritual.

Porque es innegable que cambiar a Dios para relevarlo por una criatura tiene costos elevadísimos porque conducen irremediablemente a los seres humanos a la idolatría.
El problema de los judíos es un problema de toda la humanidad. En su necedad el hombre cambio la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles en una aberrante deformación de la verdad por la mentira honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, según dice Pablo.

Pero en esta ocasión nos enfocaremos en lo que sucedió en el desierto con el pueblo hebreo que a pesar de haber recibido ya los diez mandamientos y con la orden expresa de no hacer dioses ajenos a Dios, ni venerar cualquier clase de imagen, cayeron en este garrafal error que les costó no solo el oro que invirtieron sino también una fuerte reprimenda de Dios.

El becerro de oro: El precio de sustituir a Dios

A. Por impaciencia
B. Por debilidad
C. Por mentiras
D. Por obtener placer

En las faldas del monte Sinaí ocurrió lo impensable. Había transcurrido bastante tiempo de su salida de Egipto y el pueblo de Israel cayó en una de las peores abominaciones que podían hacer: construirse un becerro de oro costosísimo y adorarlo como si se tratara del verdadero Dios de Israel.

La ausencia de Moisés y la debilidad de Aarón se juntaron para que el pueblo, así sin más, el pueblo pidiera, exigiera y clamará por “dioses” visibles para adorar.

A. Por impaciencia

Moisés estaba tardando en la parte alta del monte Sinaí. Habían transcurrido unos cuarenta días, casi seis semanas, casi un mes y medio y el pueblo se impacientó. De hecho la paciencia no era precisamente la más grande virtud de los judíos que salieron de la esclavitud de Egipto, pero ahora su inquietud se aceleró más.

La incertidumbre hizo presa de todos y se dirigieron a Aarón que no había subido al Sinaí le pidieron que les hiciera “dioses”. Es interesante el término dioses porque en el hebreo es la misma palabra que Elohim, solo que ellos no tenía la intención de replicar al Dios que los sacó de la esclavitud, sino más bien su referente eran los dioses egipcios.

Por supuesto que reconocieron que Moisés los había sacado de la tierra egipcia, pero ignoraban que había ocurrido con él. Para ellos fue mucho un mes y medio. Una gran contradicción en personas que pasaron cuatrocientos años esclavos y ahora, ya libres cuarenta días eran muchos.

Así actúa uno cuando está incómodo con Dios, la más breve espera nos hace sospechar. Habituados a lo rápido no le permitimos a Dios que se espere o que tarde, queremos todo velozmente, sin tardanzas. Así se comportaron aquellos hombres en el desierto. Quería saber que había pasado con Moisés y como lo ignoraban rápidamente exigieron “dioses”.

B. Por debilidad

El pueblo, dice Éxodo, fue con Aarón y le exigieron que les hiciera dioses para que fueran delante de ellos. Se dirigieron a Aarón porque junto con su hermano Moisés eran los encargados de dirigir al pueblo en ese trayecto a la tierra prometida. A falta de Moisés, Aarón era el responsable de todo cuanto pasaba en el campamento hebreo.

De manera exigente, se plantaron frente a este hombre que tenía la responsabilidad de cuidar la vida espiritual de su nación, pero encontraron un líder débil, un líder que pronto creyó la verdad de ellos. Moisés se había tardado ya mucho y posiblemente algo le había pasado y ya no volvería.

No podemos ser severos con Aarón a la hora de usarlo como ejemplo de lo que no se debe hacer, porque la debilidad es humana. Todos tenemos esa clase de dificultad, solo que cuando se tiene una responsabilidad tan grande uno debe luchar para sostenerse sus convicciones.

Pero Aarón en lugar de llamar a la cordura o de plano rechazar esa abominable pretensión, les dijo que tomaran de cada una de las mujeres o esposas y de hijas e hijos, los zarcillos o aretes que tuvieran en sus orejas para hacer los dioses que ellos pedían. Algunos dicen que era una treta para ganar tiempo, pero la realidad es que ni se gano tiempo ni se evitó.

Otros dicen que la exigencia de oro fue para desalentarnos porque estaban seguros que nadie daría nada, pero tampoco se logró desalentar a los hebreos, quienes sacaron sus prendas para hacer el becerro de oro. Es interesante notar que todos aportaron. Que la colecta duró todo un día y por la tarde se concluyó el becerro de oro.

Es penoso reconocerlo, pero a ellos no les pesó dar oro para construir su becerro de oro, como a algunos creyentes les cuesta mucho trabajo hacer aportaciones al Dios verdadero, ellos lo hicieron de manera desprendida, sin dilación, con alegría y gustosos, aún cuando era algo equivocado.

Aarón fue débil, muy débil, para luchar contra la sustitución de Dios por un ídolo que fue tomado como una reminiscencia de la esclavitud de Egipto. Esa debilidad la experimentamos todos cuando algo o alguien nos presiona. La presión social, colectiva, familiar y hogareña nos puede llevar a esa circunstancia si somos débiles.

Nos puede arrastrar la exigencia de otros o la idolatría de otros si no tenemos la firmeza de nuestras creencias.

C. Por mentiras

Cuando el becerro de oro estuvo listo, el pueblo israelita clamó: Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto, en lo que constituyó y constituye una gran mentira. Primero porque no fueron dioses los que los sacaron de allí y mucho menos eran dioses, sino uno solo becerro de oro.

Era un becerro de oro impactante porque era de oro puro, grande y adornado por el propio Aarón que le hizo al día siguiente de la presentación un altar, como si se tratara del Señor en una abominable actitud que más tarde Moisés censuró, reprochó y reprendió de su hermano.

Sustituir a Dios solo se puede lograr con falsedades. Cambiar la gloria de Dios solo se puede hacer cuando alguien esta decidido a vivir sin verdades. El problema de esta decisión es que uno engaña y como consecuencia, uno será también engañado y eso hace que el precio de esta determinación sea muy elevado.

Lo más triste e impactante de esta historia es que a pesar de que todos sabían que esa era una mentira porque Dios fue el que intervino de manera directa para sacarlos de Egipto ahora decían que era un becerro de oro hecho por la mano del hombre, pero hay mentiras que por más evidentes que sean, las personas las reciben como verdad absoluta.

D. Por obtener placer

Un día después de haberse presentado el becerro de oro, se organizó una celebración general a la que acudió todo el pueblo para comer y beber y alegrarse con esa fiesta. Por fin tenían lo que tanto deseaban: un “dios” que les permitía toda clase de conducta, licenciosa y libertina.

Nos queda claro que los judíos cambiaron a Dios porque les resultaba sumamente conveniente un Dios permisivo, un Dios que no reclama como vives, al contrario un Dios que promueve entre sus hijos una vida sin ninguna clase de restricciones y lo obtuvieron porque se combinaron sus malos deseos, la ausencia de Moisés y la debilidad de Aarón.

Solo que el costo fue grande, pero a ellos no les importó. Me refiero al costó material para hacer ese ídolo. Sin embargo el costo espiritual fue más grave. Cuando Moisés regresó al campamento regañó a Aarón, destruyó el becerro de oro, lo hizo polvo, lo vertió en agua e hizo que lo bebieran los israelitas.

Ese día murieron tres mil judíos y todos fueron heridos por Dios, porque nos queda claro que sustituir a Dios siempre tendrá un precio elevado que tarde o temprano se tiene que pagar.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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