La Biblia dice en Hebreos 10:39

Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.

Introducción

En la primer parábola de Cristo que registran los evangelios llamada “El sembrador”, Jesús planteó claramente los tres grandes enemigos de la vida cristiana que hacen infructuosa la palabra de Dios en la vida de los hombres y en consecuencia se alejan de Jesús y se pierden: el maligno que arrebata la palabra, la aflicción y la persecución y finalmene el afán y el engaño de las riquezas.

Los cristianos de la carta a los Hebreos estaban en el segundo supuesto: vivían en medio de la aflicción y persecución. Apenas unos treinta años después del nacimiento de la iglesia en Jerusalén los creyentes vivían una grave crisis de identidad provocada por que el sistema de sacrificios en la capital de Israel seguía intacta. Había sacerdotes y judíos practicantes.

La realidad es que la iglesia parecía algo fuera de toda lógica porque el poderoso e influyente judaísmo seguía tan vigente como si la muerte de Cristo no hubiera ocurrido y para muchos de los seguidores del Nazareno eso era insoportable. La gente se burlaba de su fe, más de lo que ya lo habían hecho antes.

Los cristianos hebreos se sentían frustrados y decepcionados. Y cómo no si allí en Jerusalén donde había predicado y realizado grandes milagros el Señor, todo seguía igual. Nada había cambiado. Los sacerdotes seguían oficiando. Las grandes fiestas hebreas se seguían celebrando y entonces se cuestionaron fuertemente si en realidad su fe valía la pena.

Habían caminado apenas treinta años o treinta cinco años y muchos comenzaban a sentir los estragos que trae consigo practicar nuestra fe en un entorno donde nada parece suceder y donde las promesas del regreso del Señor parecen prologarse indefinidamente lacerando nuestro corazón que espera un cambio profundo en este mundo.

No era una situación fácil. De hecho muchos creyentes que habían abrazado la fe en Cristo Jesús habían comenzado a renunciar. La situación que vivían se les hacía intolerable e insostenible y habían renunciado a su fe. La carta aborda esa problemática que había provocado deserciones en el pueblo del Señor.

La carta a los Hebreos fue escrita precisamente para subsanar esa situación y fue escrita para recordarles a los creyentes de la primera iglesia cristiana la superioridad de Cristo por encima de los ángeles, de Moisés, del templo de Jerusalén, del sistema de sacrifcios, del sacerdocio y del sumo sacerdote.

Y en medio de estas verdades está inscrito el verso que hoy nos sirve para meditar y reflexionar sobre los momentos en los que seguir parece tan difícil. En los tiempos en los que parece que ya no tiene sentido alguno seguir caminando esta senda porque los conflictos se acrecentan, las adversidades atosigan y los problemas agobian.

El autor de la carta nos ofrece una perspectiva sobre lo importante que es continuar y no renunciar porque de por medio está nuestra alma. La que se nos reclamará cuando Cristo vuelva porque al final de cuentas en la vida cristiana todo se centra en el encuentro que tendremos con el Señor cuando regrese o cuando partamos a su presencia.

El desafío de la vida cristiana: retroceder o avanzar

A. Si retrocedes pierdes tu alma
B. Si avanzas preservas tu alma

A. Si retrocedes pierdes tu alma

El autor de la carta a los Hebreos dice en la primera parte de nuestro texto lo siguiente: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición”. Que nos dice mucho sobre la situación que prevalecía en la iglesia en esos días. En primer lugar había gente retrocediendo. Pero sus lectores no eran esa clase de personas que se habían vuelto atrás. En segundo lugar podemos apreciar que al retroceder la gente va a perdición.

La palabra retroceder es rica en traducciones en otras versiones de la Biblia. A veces se traduce como retirar, cobardía, timidez, vacilante o desertar. Y es que la palabra griega “upostolé” literalmente quiere decir “tirar hacia abajo” o “encoger” y por eso muchas versiones la vierten en el sentido de alguie que se acobarda o vacila o se echa para atrás.

El autor de la epístola dice categórico que los creyentes a quienes les escribe no son de esa clase de personas que sucumben o que retroceden cobardemente porque esa clase de personas que se desaniman o se desalientan van directo a la perdición. Y no a cualquier clase de perdición, sino a la perdición de su alma.

La palabra griega que usa el autor de la carta es “apolión” que literalmente se traduce como “destructor”. El creyente que regresa está en grave peligro. La palabra regresar “upostolé” tiene una estrecha relación con el vocablo apostasía, el que reniega o retrocede de su fe y a esta clase de persona tiene como destino la destrucción.

Por eso el escritor de la epístola aclara que los creyentes a quienes escribe no son esa clase de personas porque quien retrocede o regresa a su como dice el provebio es como un perro que vuelve a su vómito porque retrocede y olvida su antiguos pecados y los vuelve a cometer sin ningún remordimiento.

Pero es una realidad que hay personas que al cabo de un tiempo de permanecer en la iglesia se apartan. Se cansan, se fatigan, se desesperan o sencillamente dejan de creen en Dios y se apartan. Esas personas están en grave riesgo porque su alma puede destruirse y no es una advertencia o amenaza, es una realidad dolorosa.

B. Si avanzas preservas tu alma

La segunda parte de nuestro estudio dice de la siguiente manera: sino (somos) de los que tienen fe para preservación del alma.

Nos queda claro que los grandes retos que tiene la vida cristiana se enfrenta con fe. Fe en el sentido de confianza y seguridad. La palabra fe es rica en significados porque además de tener el sentido confianza, también la expresión se puede traducir como fiel. Confiamos en Dios porque es fiel. Y de igual modo si decimos que tenemos fe entonces somos fieles.

El autor de la carta enfila desde este verso uno de los grandes capítulos de la Escritura, el once de la carta a los Hebreos donde se nos presenta a todos esos hombres, de carne y hueso con debilidades y fortalezas, con tropiezos y con problemas que abrazaron la fe en Dios y salieron avantes.

La fe no es un asunto menor, nada de eso, la fe es nuestra firme ancla del alma escribe el propio autor de la carta. Y escribe eso justamente para decirnos que así como el ancla le da estabilidad a un barco para que no sea arrastrado por el mar mientras está en un puerto o en punto del mar, así la fe estabiliza a un creyente y lo mantiene firme.

Lo más valioso en esta vida no son las riquezas o bienes que logremos acumular. No es el prestigio o el éxito que lleguemos a tener, lo más importante al final de cuentas es el alma. Esa parte inmaterial que rendirá cuentas al Señor y que de ningún modo de descuidarse como la descuido el hombre rico de la parábola de Jesús.

Los creyentes hebreos del primer siglo estaban ante el desafío de continuar o retroceder y el escritor de la carta los ánima a seguir, a no rendirse, a no desmayar teniendo como referente o como estímulo que están luchando por sus almas y no por cualquier cosa material o de este mundo.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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