La Biblia dice en Mateo 1:18

“El nacimiento de Cristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.”

Mateo nos ofrece los entretelones de lo sucedido cuando María quedó embarazada. Lo supo ella y José porque el verbo “se juntasen” esta en la primera persona del plural, es decir hay una clara referencia dirigida a esta pareja que estaba desposada, es decir casados, pero sin vivir todavía juntos.

Fue en ese momento cuando se halló o se descubrió que ella estaba encinta lo que resultaba una grave ofensa no solo al esposo, sino a la sociedad hebrea que en esos días castigaba tal atrevimiento con la muerte por lapidación, lo que puso en una situación muy delicada a María porque podía ser repudiada por José y al mismo tiempo morir.

Cómo explicarle la anunciación de Gabriel, cómo decirle que había quedado embarazada por el Espíritu Santo. Eso no lo creería nunca. Jamás aceptaría que María se había convertido en el instrumento para que el mundo tuviera un Salvador capaz de redimirlo de sus pecados y maldades.

María estaba en un grande y grave problema. Nadie le creería y mucho menos José, pero Dios había decidido que de esa manera sería la forma en la que Jesús vendría a este mundo, lo que nos muestra que la encarnación de Cristo que ahora celebramos tan jubilosamente estuvo acompañada de adversidades, peligros y contrariedades.

María se había declarado sierva del Señor, según nos relata el evangelio de Lucas, y ahora esa servidora debía comenzar con esa función y la primer prueba fue decirle a José que estaba embarazada y experimentar el rechazo porque cuando lo supo la quiso dejar por considerar que había sido burlado.

El precio de servir a Dios se paga así con desprecio e incomprensión. Quien decide convertir a Dios en su amo automáticamente debe estar dispuesto a enfrentar grandes retos y desafíos que debe sortear, claro siempre con la ayuda del Creador que siempre auxilia en esos momentos de tensión por hacer su voluntad.

Cuando nosotros hacemos nuestra parte al servirle, no exento de grandes riesgos, el Señor se encarga de hacer lo que humanamente nosotros no podemos hacer como en el caso de María que no pudo convencer a José, pero Dios se encargo de eso. Lo que ella debía hacer lo hizo y lo demás le correspondió a Dios.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

Deja tu comentario