Dice la Biblia en Génesis
Vivió Lamec ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo; 29 y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo. 30 Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. 31 Y fueron todos los días de Lamec setecientos setenta y siete años; y murió. 32 Y siendo Noé de quinientos años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet.
Introducción
El capítulo cinco de Génesis muestra la genealogía de la descendencia de Adán de parte del Set, quien sustituyó a Abel, el descendiente de nuestros primeros padres que había sido asesinado por Caín. Antes, el primer libro de la Biblia ya ha descrito lo que fue de los descendientes del homicida.
De hecho tanto en la genealogía de ambos hermanos coinciden los nombes de Lamec, pero el descendiente de Caín fue un hombre confrontado con Dios, arrogante y rebelde, mientras que de parte de Set fue el padre de Noé de quien profetizó que su vástago traería descanso a la humanidad, una frase que debemos entender para comprender la razón del diluvio.
Cuando hablamos de la construcción del arca nos percatamos que Dios solo le dio indicaciones a Noé y algunas características de la nave. Medidas, materiales y diseño, pero las herramientas para construirlas tuvieron que ser idea de este varón de Dios, quien de acuerdo a los rabinos de todos los tiempos fue un hombre extremadamente inteligente.
Cito aquí al Rav Efrem Goldeberg quien al respecto escribe lo siguiente:
“El Talmud (Sanedrín 108a) trae un comentario misterioso: “La generación del Diluvio se corrompió como resultado de las grandes bendiciones que Dios le había brindado”. ¿A qué bendiciones se refieren los Sabios y cómo estas corrompieron a la humanidad?
Rav Abraham Pam zt”l sugiere que la clave para entender esto la podemos encontrar en el mismo nombre de Nóaj. La Torá nos cuenta que Lémej llamó a su hijo Nóaj y dijo: “Éste nos hará descansar (núaj) de nuestra labor y del esfuerzo de nuestras manos que trabajan la tierra que Dios ha maldecido”.
Hasta ese momento, el mundo continuaba sufriendo por la maldición que Dios le había dado a Adam: “trabajarás y con el sudor de tu frente sacarás pan de la tierra”.
Hasta que nació Nóaj, el hombre debía trabajar incansablemente con sus manos desde la mañana a la noche sólo para tener alimento, y no le quedaba tiempo recreativo.
Lémej vio proféticamente que Nóaj estaba destinado a inventar el arado y otras herramientas agrícolas que harían mucho más eficiente el trabajo del hombre y aliviarían su carga. Por eso lo llamó Nóaj, de la raíz núaj, ‘descansar’, porque Nóaj iba a proveer enorme alivio a una población agobiada por el trabajo.” (https://aishlatino.com/el-apagon-de-facebook-y-el-diluvio/).
Sin embargo no es el único rabí que escribe sobre el tema. Rabí Shelomo Itzjakí mejor conocido como Rashí en su comentario a la Torá escrito hace más de 500 años dice sobre el tema de Noé y el nombre que su padre le dio.
“Antes de que Nóaj llegase, los seres humanos no contaban con herramientas de labranza, y él se las fabricó. La tierra hacía crecer zarzas y abrojos cuando sembraban trigo debido a la maldición decretada sobre Adam, pero en tiempo de Nóaj.” (Comentario a la Torá, volumén de Génesis, página 70.)
Según estos comentarios es innegable que lo ocurrido en la época de Noé fue revolucionario. El hombre dejó de labrar con sus propias manos la tierra y el trabajo agrícola se mecanizó, haciendo menos doloroso y trabajoso la producción de alimentos y dejando mucho tiempo para que las personas pudieran hacer otra actividad.
Y allí justamente residió el mal de la generación de Noé.
El diluvio: Una dolorosa solución ante la maldad humana
Las causas del desastre moral
A. Al terminar las penurias materiales
B. Al contar con tiempo para placeres
A. Al terminar las penurias materiales
La historia del pecado de David con Betsabé nos ilustra grandemente sobre este grave y repetitivo mal entre los hombres.
El 2º Libro de Samuel 11:1-5 dice así:
Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. 3 Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. 4 Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. 5 Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta.
David era rey. Habían pasado ya muchos años de haber sido perseguido por Saúl.
De vagar por desiertos y vivir entre penurias pidiendo ayuda para sobrevivir y recibiendo maltrato como el que le hizo Nabal, David ahora lo tenía todo, se daba el lujo de no ir a la guerra y enviar a sus generales. Había pasado de la necesidad material, el trabajo y la escasez a la abundancia, a tenerlo todo.
Y allí sobrevino la calamidad, el infortunio y la maldad. Mientras huía de Saúl componía salmos, escribía sobre su vida y vivía encadenado al Señor, pero cuando vino la prosperidad se dejó de ocupar de su relación con Dios y dejó que su corazón se llenara de maldad e iniquidad.
Y eso fue lo que le pasó a la generación de Noé.
B. Al contar con tiempo para placeres
Cuando los hombres de la generación de Noé dejaron de trabajar con sus propias manos la tierra para producir sus alimentos gracias a la introducción de la yunta con bueyes y otros implementos para la producción del campo o tecnificación como le llaman los ingenieros agrícolas, tuvieron tiempo de sobra.
Y con el tiempo de sobra viniero horas y horas para el placer y para la violencia. El tiempo que tuvieron de sobra fue utilizado de manera equivocada porque en lugar de emplearlo para acercarse a Dios o cultivar su espíritu se dedicaron exclusivamente a expander sus gustos y deseos, sin importar si eran buenos o malos.