La Biblia dice en Isaías 53:6-8
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Introducción
¿Había otra manera de salvar al mundo? ¿Era necesario que Cristo padeciera como padeció? ¿Era tan grande la maldad de los seres humanos que su redención requirió un sacrificio tan cruento? ¿La ofrenda que Cristo presentó ante el Creador fue la única alternativa de salvación?
Todas estas interrogantes surgen cuando nos aproximamos al capítulo cincuenta y tres del libro del profeta Isaías. Su narracción es conmovedora, impactante, estremecedora porque relata de manera muy descriptiva la clase de sufrimientos que habría de padecer el Mesías a su paso por esta tierra.
Isaías miró como ningún otro profeta del Antiguo Testamento los graves acontecimientos que viviría Jesús. Su relato es preciso y detallado. Ese hombre viviría en carne propia grandes sufrimientos y el nivel de su dolor provocaría un rechazo absoluto en quienes lo miraran.
El profeta se detiene como pocos en puntualizaciones muy exactas sobre lo que le sucedería a Cristo: sería despreciado y desechado entre los hombres. Llegaría a tal clímax de sufrimiento que se le calificaría como un varón de dolores, experimentado en quebranto ante quien todos esconderían su rostro.
En el libro de Isaías, vidente de Dios, encontramos pormenorizados no solo cada una de las cosas que le sucederían al Mesías, sino también la enumeración de las razones por las que viviría esos amargos y tristes momentos de abandono por el sufrimiento: llevaría nuestras enfermedades, sufriría nuestros dolores y lo tendríamos por azotado, herido de Dios y abatido.
Pero Isaías quiere dejar bien en claro todas las razones de ese castigo que recayó sobre Jesús y ahora nos quiere mostrar en los siguientes versos que el paso de Jesús por ese camino era inevitable.
El doloroso camino de Cristo para salvarnos
Un camino inevitable
A. Porque nos descarriamos como ovejas
B. Con angustia y aflicción
C. Que lo llevó a la muerte
La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní nos ofrece claramente la difícil decisión de ir a la cruz, pero también la confirmación de que esa vía o senda era inevitable. Así la plantea Lucas 22:39-46:
Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. 41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. 45 Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; 46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Nos queda claro, con el relato de Lucas que el camino era inevitable.
A. Porque nos descarriamos como ovejas
El verso seis de nuestro estudio dice de la siguiente manera:
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
La mejor comparación de lo sucedido con la humanidad ante Dios se ejemplifica con la forma en que las ovejas se descarrían. Esos animales son de los pocos en el reino animal que requieren forzosamente de auxilio para conseguir su sustento. Ellas dependen totalmente de un pastor que las conduzca para subsistir.
De esa manera Isaías compara lo acontecido a los seres humanos con respecto al pecado. Es interesante notar que primero dice “todos nosotros” y luego “cada cual” para diferenciar entre la perdición general y el extravío personal causado por la naturaleza caída que sobrevino a todos los seres humanos.
El profeta aclara cabalmente que ante esa desastrosa situación lo que Dios hizo con su Hijo fue cargar en él el pecado de todos nosotros. La palabra pecado etimológicamente significa desviarse del blanco. Los hombres perdieron el objetivo de su creación y cometieron toda clase de maldades.
Jesús, en la cruz, cargó con todo esa iniquidad. La palabra cargó significa que puso sobre él, que depósito sobre sus hombros, toda esa maldad y que al morir en la cruz lo que hizo fue quitar esa pesada losa que tenía toda la humanidad a consecuencia de todas las desviaciones en las que incurrió.
B. Con angustia y aflicción
El verso siete de nuestro estudio dice de la siguiente manera:
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Cuando Juan vio a Jesús que venía al Jordan a las aguas bautismales declaró convencido: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y ese fue el comportamiento que Jesús tuvo cuando detenido, torturado y muerto en la cruz vivió angustiado y afligido sin quejarse con Dios o responder a quienes se burlaban de él.
Jesús se convirtió en el Cordero que Abraham ofreció a Dios en lugar de su hijo Isaac, se convirtió en el Cordero que los hebreos sacrificaron en Egipto para que el ángel de la muerte pasara por encima de sus hogares y no matara a sus primogénitos. Jesús es el Cordero inmolado que dio su vida en rescate por la humanidad.
Isaías destaca su resignación y su voluntad sumisa al Padre. En dos ocasiones reitera que “no abrió su boca” y resalta que “enmudeció” para subrayar la actitud con la que asumió su labor salvífica.
C. Que lo llevó a la muerte
El verso ocho de nuestro estudio dice de la siguiente manera:
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
La versión Dios Habla Hoy traduce este verso de la siguiente manera:
Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.
En cada oportunidad que tiene, Isaías remarca que Jesús murió por los pecados del pueblo de Israel, pero también por los pecados de todos los hombres y apunta también a su actitud con la que asumió esa responsabilidad que impacta porque es estremecedora la manera en que redimió a los seres humanos.
Este verso es uno de los que impactan al eunuco etíope, según leemos en libro de Hechos 8:32-33 que dice:
Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. 33 En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.
Esa lectura le hizo cuestionar al apóstol Felipe de quién decía Isaías eso, si de él mismo o de otro y a partir de esa pasaje le compartió el evangelio hasta llegar a la muerte y resurrección de Cristo.