La Biblia dice en Números 1:3

“De veinte años arriba, todos los que puedan salir a la guerra en Israel, los contaréis tú y Aarón por sus ejércitos.”

El libro de los Números comienza con un censo para saber la cantidad de hombres mayores de veinte años que podían salir a la guerra. El conteo se hizo cumpliendo cabalmente lo establecido en Éxodo 20: 12-13 para evitar la ira de Dios como aconteció en el tiempo de David. El mecanismo fue la entrega de cada familia de unos ocho gramos de plata. 

Desde que salieron de Egipto y particularmente a su llegada a la tierra prometida, los judíos lucharon con pueblos y naciones que encontraron a su paso para llegar al lugar donde habrían de establecerse y eso inevitablemente les obligaba a contar con un ejército nutrido principalmente con jóvenes.

Y desde entonces así ha sido. La destrucción de la ciudad de Jerusalén y su exilio de casi dos mil años, nos había hecho olvidar esa verdad, pero la eliminación de seis millones de judíos durante el holocausto les hizo recordar que si bien el judaísmo tiene una vocación pacifista deben defenderse de sus enemigos. 

Enemigos, por cierto, extremadamente feroces e implacables que tiene como objetivo no someterlos ni oprimirlos solamente, sino la determinación de exterminarlos tal como nos ilustra la historia de Amán en el libro de Ester y que Adolfo Hitler expresó con toda claridad durante el régimen nazista en la Alemania de la década de los treintas y cuarentas. 

La Torá hebrea enseñó al pueblo de Israel a defenderse y esa verdad que para muchos se encuentra en el Antiguo Testamento y ya no aplica, es el fundamento sobre el cual esa nación hoy se defiende contra los ataques a los que ha sido sometido desde su retorno a su tierra en 1948. 

Las imágenes que nos llegan desde Tierra Santa nos recuerdan que el pueblo de Dios enfrentará siempre adversarios que tratarán de aniquilarlos a como de lugar y por eso deben defenderse y para ello requerían jóvenes mayores de veinte años para que salieran a la guerra. 

A nadie le gusta la guerra, como a nadie le gusta el conflicto, pero para defendernos es inevitable. Deseamos la paz, amamos la paz, queremos la paz, pero debemos admitir que si se ataca con armas de destrucción masiva se debe responder para proteger. Ese el sentido del verso que hoy meditamos. Un ejército de protección ante enemigos dispuestos a todo. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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