“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:26)

El Espíritu Santo se ha manifestado desde la creación del mundo, su presencia es evidente en momentos específicos a lo largo de todo el Antiguo Testamento (en la teología judía el Espíritu Santo es mencionado como «Ruaj Hakodesh» expresión que se puede traducir como «Aliento de Dios» o «Espíritu de Dios»).  Y en el Nuevo Testamento esta persona de Dios queda totalmente al descubierto. Jesús vino a la tierra y les dijo a sus discípulos que enviaría a un Consolador. 

El Espíritu Santo fue enviado para ser guía y consuelo. Después de que Jesús ya no estuvo más en la tierra, gracias al Espíritu Santo, la presencia de Dios permaneció y permanece en la vida de todos los creyentes. 

La labor del Espíritu Santo en la vida de todos los seguidores de Cristo es la de un consolador que nos acompaña, nos guía en la verdad, nos dice cómo hablar a otras personas sobre Dios y nos da dones y talentos para adorarle como la Biblia dice que debemos hacerlo.

“Las obras del Espíritu Santo en relación con la salvación son de una vez y para siempre, pero la plenitud del Espíritu Santo es una experiencia repetida y se menciona frecuentemente en la biblia” (GTB) 

Como en los siguientes versículos. 

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 de Corintios 12:4-7) 

“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 de Corintios 3:17) 

Conociendo esto podemos apreciar la perfecta unión entre Padre, Hijo y Espíritu Santo y su Trinidad nos debe acercar más a Dios, su amor hacia nosotros no termina y se manifiesta a lo largo de toda nuestra vida.

El Espíritu Santo nos ayuda a vivir una vida en la que podemos adorarle, servirle, caminando en la verdad, para que podamos ser buenos testimonios, él nos sostendrá cuando el mundo intente quitarnos nuestra fe, estará ahí para no dejarnos caer. 

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23) 

Estudiante de Teología en el Seminario Bíblico de Río Grande. Vivo en Oaxaca con mi familia. Sirvo en la Alianza Cristiana de Oaxaca.

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