La Biblia dice en Eclesiastés 7: 13-14

13 Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció? 14 En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.

Introducción

Salomón le pide a sus lectores que vean bien la obra de Dios. Sobre todo aquellos que muestran su soberanía. Aquellos a los que la mente humana le resulta difícil de comprender y entender porque rompen con toda lógica o porque definitivamente sacuden nuestra vida de una manera fuerte.

El rey sabio de Israel planta al hombre frente a Dios para hacerle ver que por encima de todo siempre estará Dios. Que jamás podremos luchar contra sus designios que muchas veces parecen absurdos o inexplicables. En ese punto los seres humanos fracasamos muchas veces porque ante un cambio radical de nuestras circunstancias tambaleamos.

Al adentrarnos a la soberanía de Dios que es su capacidad y poder para hacer conforme a sus propósitos obras y acciones que no comprendemos, nos asomamos a un tema fundamental para aprender a vivir reconociendo que Dios puede y hace conforme a su voluntad, sin consultar a nadie si lo que hace es agradable o no.

El Eclesiastés usa una figura muy interesante para llevarnos a pensar y reflexionar sobre este asunto. Nadie puede enderezar lo que Dios tuerce o lo que Dios tuerce nadie lo puede enderezar. En otras palabras hay determinaciones divinas contra las que no se puede hacer nada sino resignarnos.

Porque luchar contra él nunca nos llevará a nada. A Dios nadie lo ha derrotado jamás y cuando Él obra alguna acción irremediable no podemos hacer nada y en la vida, en nuestra vida, ocurren muchas cosas que no tienen vuelta de hoja y es mejor saber que así son los planes del Creador.

Salomón está muy interesado en mostrarnos que Dios interviene en la vida de los seres humanos y cuando lo hace debemos estar atentos porque sus proyectos muchas veces nos desconciertan porque rompen con nuestros objetivos que tenemos trazados para nuestra existencia. En esta vida nada es seguro. Todo puede cambiar en un solo momento.

Así lo demuestran hechos como la enfermedad de Job que lo hizo pasar de la noche a la mañana de un acaudalado oriental a un enfermo y miserable hombre sin hijos y sin nada. Así fue con José que de ser el hijo consentido de Jacob pasó a ser un esclavo en las lejanas tierras de Egipto.

En la Biblia encontramos muchísimos ejemplos de estos cambios radicales, sin que el hombre pueda hacer nada por evitarlos, pero de igual modo en nuestras vidas encontramos muchos ilustraciones de esta verdad. Por mucho tiempo el bloque comunista parecía imbatible. Han pasado más de veinte años que cayó la URSSS y todos los países rojos.

Por siglos los judíos no tuvieron un hogar donde vivir porque su tierra estaba ocupada, pero también de un momento a otro, en 1948 retornaron a su tierra. Nadie podía dar crédito al suceso porque desde el año setenta habían dejado su país y casi dos mil años después se instalaron allí de nueva cuenta.

Salomón piensa en ese tipo de transformaciones, pero principalmente en las que tienen que ver con nuestra existencia diaria para llevarnos a meditar seriamente sobre la realidad de que la intervención divina puede cambiar totalmente la vida de una persona o de varias personas.

¿Quién podrá enderzar lo que Dios torció? Pregunta el Predicador y la respuesta es solo una y contundente: nadie. Y de esa forma nos lleva a dos situaciones que los hombres enfrentamos debajo del sol: la prosperidad y adversidad. Ambas vienen de la mano de Dios, pero solo aceptamos la primera.

El hombre se debate entre lo vano y lo eterno

Porque el futuro es impredecible
A. El futuro con prosperidad
B. El futuro con adversidad

Todos buscamos siempre la prosperidad, pero huimos y rechazamos la adversidad. Pero ambos estados son la cara de una misma moneda. Eso lo debemos tener muy en claro en esta vida para no desalentarnos cuando tenemos que luchar contra las circunstancias, porque todos aceptamos sin problema la prosperidad.

A pesar de ello, Salomón tiene una palabra para todos nosotros cuando habla de ambas situaciones. Hay algo que hacer en la prosperidad y algo que hacer en la adversidad. Eso es fundamental para no ahogarnos ni en una ni en otra, sino mantener el equilibrio mental y emocional.

Con todo y que pareciera que solo en una de esas circunstancias se debe hacer algo, el Predicador tiene una ensañanza para nosotros en las dos condiciones que llegan a veces de manera inesperada.

A. El futuro con prosperidad

Salomón dice: En el día del bien goza del bien. Se supone que es automático que cuando nos va bien disfrutemos, pero la realidad es que muchas personas a pesar de que les está yendo bien, no saben valorar lo que tiene o el trato que la vida les está dando y se la pasan quejándose.

En esta vida tendremos días de dicha infinita ya sea por un acontecimiento familiar, ya sea por alcanzar metas o por una realización personal debemos gozar, disfrutar, aprovechar para estar contentos. Son momentos que Dios nos da para estar muy a gusto porque tal vez se pueden ir.

La prosperidad o estado de bienestar es proporcionado por Dios para que el hombre pase momentos de gran alegría. Están diseñado por el propio Creador para que sus criaturas vivan experiencias que les hagan sentir la dicha de estar en este mundo y por ello deben vivirla al máximo porque puede quebrarse o acabarse.

No todas las personas llegan a comprender esta verdad porque a pesar de que tienen lo suficiente para vivir y hasta un poco o mucho más parecen empecinadas en quejarse en todo tiempo, sin saber que es una bendición del cielo contar con los mínimos vitales para estar en este mundo.

Pablo resumen el estado de bienestar en el cristianismo diciendo: Teniendo sustento y abrigo con eso estemos contentos. De la prosperidad de la que hablo en este punto es de tener justo lo que necesitamos para bien vivir, no de la riqueza ni opulencia que si bien no es mala, no es de la que habla aquí Salomón.

B. El futuro con adversidad

Salomón dice: “En el día del mal considera”, es decir el hombre habrá de encontrarse en esta vida con situaciones adversas. La adversidad llegará en algún momento de la vida de las personas. Se manifestará a través de problemas económicos, dificultades de salud y en otras a través de la muerte.

Esa es la realidad de esta vida. El hombre debe saber y conocer de antemano que la existencia humana tiene esas dos posibilidades: properidad o adversidad. Bienestar o malestar, comodidad o incomidad y alegrías y tristezas. Esos binomios integran la vida de todos en esta tierra.

La palabra “considera” que usa la versión Reina Valera 1960 procede de la palabra hebrea “reeh” que significa “mirar” en el sentido de poner atención. En algunos texto se traduce como ver. La idea que comunica es de atender con mucho cuidado algo o

a alguien para comprender o entender. Es interesante que este verbo no se utiliza para la prosperidad, sino solo para la adversidad y es algo natural porque en los días de bien casi nadie piensa o reflexiona porque le esta yendo bien, solo cuando las cosas se descomponen o la adversidad toca a la puerta es cuando empiezan los cuestionamientos y es cuando Salomón pide que se considere.

Los días malos requieren que pongamos atención o miremos bien porque en esos días necesitamos saber que prosperidad y adversidad forman parte de un mismo plan divino y que siempre habrá días buenos, pero siempre habrá también días adversos.

Salomón dice en la parte final del verso catorce: “Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.” Lo que significa que el hombre camina o vive sin saber que le depara el mañana. No sabe que encontrará. Si encuentra bien debe alegrarse, si encuentra adversidad de fijarse bien porque viene de la mano de Dios.

Puedes ver esta predicación en: https://www.facebook.com/acymoax/videos/503939433943528

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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