La Biblia dice en Eclesiastés 6: 1-2
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: 2 El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
Introducción
Cuando uno lee el libro de Eclesiastés uno está frente a un escrito de la Biblia que es el resultado de una mirada exhaustiva del acontecer humano sobre la tierra. Salomón, pienso, fue un científico social, como se le llama a los sociólogos porque observó la conducta del hombre en sociedad y la plasmó de una manera magistral.
Este libro es desconcertante porque hace planteamientos realistas. Las conclusiones de lo que vio debajo del sol constituye ideas desafiantes porque rompe con paradigmas de ensueño como el que el rico es feliz, el pobre es infeliz, las riquezas son el mejor proyecto para las personas, el placer es todo, el conocimiento cambia a las personas y otras muchas.
En realidad lo que Salomón hace es desenmascarar el sentido romántico que muchos le dan a la existencia humana. Salomón se planta para recordarnos que la vida del hombre sobre la tierra está cargada de circunstancias adversas y que definitivamente el hombre no sabe que le depara el día a día sobre esta tierra.
Así nos conduce por su libro. Con sentencias y proverbios. Con breves historias cargadas de verdades morales para que uno pueda acercarse al pensamiento que quiere transmitir. La vida del hombre es vanidad de vanidades. Todo es vanidad. La palabra “vanidad” la hemos definido como “ilusión” y querer atrapar el viento con la mano.
El hombre debe entonces encontrar el sentido, localizar donde esta lo que no es vanidad y eso solo lo puede encontrar en el Dios que es eterno. De allí el título de nuestra serie: El hombre se debate entre lo vano y lo eterno. Porque busca algo a que asirse en esta pasajera vida y muchas veces no lo encuentra, hasta que llega a Dios.
En capítulo seis que hoy comenzamos a estudiar nos sigue confrontando con las ideas de las riquezas. Ese tema representa un asunto fundamental para el sabio rey de Israel porque el dinero es el motor de este mundo. La gente trabaja por dinero, la gente lucha por el dinero y hay personas que vive para el dinero.
No es casual que al llegar a este tema Salomón nos hable de un mal doloroso. Uno puede pensar que en medio de las riquezas qué mal puede haber. Salomón nos ubica en la realidad.
El hombre se debate entre lo vano y lo eterno
Porque experimenta males dolorosos
C. Como no disfrutar del bien de su trabajo
D. Como que otros disfruten de su trabajo
Salomón descubrió males debajo del cielo. La palabra males es traducida por otras versiones diferentes a la Reina Valera 1960 como “desgracia” o “calamidad”, dos expresiones que nos quieren hacer comprender males muy grandes o situaciones verdaderamente complejas y difíciles de entender.
La expresión mal doloroso es traducido como “algo lamentable”. Lo que nos ayuda a comprender que Salomón nos conduce a reflexionar seriamente que el hombre puede atravesar situaciones de “desgracia”, “calamidad” y “muy lamentables” a su paso por la tierra.
Pero sin duda lo verdaderamente relevante o impactante de estos versos es que se esté refiriendo a personas con riquezas. Porque cuando hablamos de estos asuntos, pensamos que son inherentes a los pobres o a todos aquellos que carecen bienes materiales en este vida, pero en realidad se refiere a gente con mucho dinero o rica.
Salomón dice que todos los hombres experimentan males dolorosos, aún quienes uno piensa que por su condición económica están vacunados contra el dolor o simplemente el infortunio no los alcanza. Esa es la virtud justamente del libro de Eclesiastés que nos presenta la cruda realidad del hombre sin importar si tiene o no tiene riquezas.
En la tierra el hombre nada tiene frente así. No puede por más que intente descifrar el futuro saber que traerá el mañana. De hecho su destino puede cambiar diametralmente en el momento que menos espera y todo es igual para todos. Nadie se escapa de esta incertidumbre. De allí la importancia de construir la vida con temor de Dios.
Porque ni siquiera las riquezas pueden hacer que los hombres sepan que les depara el futuro. Al contrario muchas veces los bienes materiales traen más sufrimiento y dolor del que podamos imaginar. Y justamente aquí el Eclesiastés nos acerca a este mundo donde todo parece ensueño, pero en realidad es igual de caótico que en todos lados.
Nos aproximamos al mundo de los ricos, de los potentados, de las grandes fortunas, de los multimillonarios a quienes Dios conoce perfectamente y a quienes priva de un don que sí le da a millones de seres que tal vez vivan al día y es que puedan disfrutar del bien de su trabajo y no se lo tengan que dar a extraños.
Trabajar para otros no es algo propio de quienes carecen de bienes, es también un mal de gente con mucho dinero. Y aquí nos los presenta Salomón.
A. Como no disfrutar del bien de su trabajo
Salomón dice así en su observación: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello. Este texto revela con toda claridad varias verdades que nos deben ayudar a comprender el fenómeno de la riqueza.
En primer lugar que las riquezas es algo que Dios le da a determinados hombres. No quiero decir con eso que son personas que se cruzan de brazos y del cielo les cae el dinero. Lo que quiero decir es que su esfuerzo y dedicación a su trabajo. Sus ideas y proyectos Dios los conoce y los deja acrecentar sus fortunas.
El 1º libro de Samuel 2: 7 dice así: Jehová empobrece, y él enriquece; abate y enaltece. Las riquezas pasan, de acuerdo a este texto, por el conocimiento de Dios. El las entrega a quien quiere, pero solo a unos cuantos les da la facultad de disfrutarlas porque a otros como de los que habla en este texto sencillamente no les da la facultad de disfrutar de ellas.
En el estudio anterior al final de capítulo cinco vimos como Dios le da riquezas a las personas, pero junto con los bienes les da la posibilidad de disfrutar de ellas. La segunda verdad que aprendemos en este texto, profunda y sorprendente, es que hay riquezas que no se disfrutan.
Salomón nos dice en resumen que hay personas que tienen riquezas, bienes, honra y nada les falta de lo que alma desea, pero carecen de la facultad de disfrutar de ellas. La palabra disfrutar en el hebreo es sumamente interesante. Procede de la raíz hebrea “akal” que significa comer. El sentido que Salomón le da en este pasaje es que no saborea sus bienes.
Es como una persona plantada frente a un gran bufete, con los más diversos platillos, pero que es incapaz de degustar, paladear esos platillos porque simplemente no tiene la autorización para hacerlo. Eso, dice Eclesiastés es un mal doloroso o una desgracia, calamidad o algo sumamente lamentable.
De esta manera Salomón descubre o exhibe uno de los mitos que acompañan a muchos durante su existencia: pensar que las riquezas hacen felices a todos. Que a las riquezas les es inherente la felicidad. La realidad es que no. Vemos muchos ricos y creemos que ellos sí son felices y exitosos, pero en realidad eso es una quimera.
Salomón agrega un característica más a esta deplorable condición humana. El hombre rico no solo carece de la facultad para disfrutar su dinero, también ha trabajado para otro.
B. Como que otros disfruten de su trabajo
“El hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños.”
Que triste resulta trabajar para otros. Que lamentable que todo tu esfuerzo no los disfrutes, sino personas que no hicieron absolutamente nada por obtener lo que con tanto sacrificio una persona logró. Horas de sacrificio, años de dedicación para edificar una fortuna para que termine en manos de personas que ni siquiera imaginan.
Salomón nos ofrece de esta forma uno de los grandes males de las riquezas. Que los bienes construidos a base de mucha disciplina, de privaciones y de mucha laboriosidad, queden en manos de extraños. La palabra extraño es también muy sugerente en el hebreo. Procede de la raíz “nokri” que algunos traducen como extranjero, pero que se ajusta mejor como desconocido.
Hay ricos que trabajan para desconocidos. Por eso Salomón dice que es un mal doloroso porque ni siquiera sabe para quien trabaja. Y eso es vanidad y un mal doloroso, concluye el sabio de Israel.