La Biblia dice en Eclesiastés 10:18
Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa.
Introducción
Existe un precio a pagar por la pereza constante. Salomón fue testigo de ello y quiso que las siguientes generaciones, hasta llegar a nuestros días fueran conscientes de las consecuencias que la pasividad permanente trae a nuestras vidas.
La versión Palabra de Dios para Todos presenta este versículo de la siguiente forma: El que es flojo para el trabajo pronto verá su casa averiada y el techo caerse. Mientras que la versión católica La Biblia de Nuestro Pueblo dice así: Al perezoso se le derrumba el techo, al que no hace nada, la casa.
El versículo 18 del capítulo 10 del libro de Eclesiastés aborda, entonces, una verdad inalterable: La pereza existe y su presencia permanente en nuestras vidas solo acarrea destrucción ruina y vergüenza.
El hombre se debate entre lo vano y lo eterno
Porque existe la pereza
A) Que destruye
B) Que nos hunde en la negligencia
El poeta Gustavo Adolfo Bécquer desarrolla en su artículo La Pereza la idea de que ésta es una cualidad en los seres humanos, que nos reviste de cierta similitud a los dioses. Pues solo en el ocio el hombre es capaz de consumar su conexión con lo espiritual.
Mientras que la Biblia es categórica: El que no trabaja que no coma. (2 Tesalonicenses 3:10)
¿Entonces la Palabra de Dios nos conduce hacia una espiral kafkiana en la que vivimos para trabajar y solo eso? Por supuesto que no. Por ello, la cuestión aquí planteada es profunda.
Hay que entender que la pereza no es lo mismo que el descanso. Descansar es necesario, incluso bíblico, pero la flojera no lo es. El desperdicio de un recurso tan valioso como lo es el tiempo, terminará tal y como lo dice el sabio de Israel: derribando la casa.
En los versículos anteriores, Salomón ha señalado lo importante y valioso que resulta cuando las cosas se hacen en el tiempo que deben hacerse y por las razones correctas. Ahora nos presenta las consecuencias de ir en contra de esta instrucción y entregarnos por completo a la falta de ganas de trabajar.
El hombre se debate entre lo vano y lo eterno por esta disyuntiva entre el ocio y el negocio, entre el descanso y la pereza.
A) Que destruye
La pereza en una definición amplia es la situación de indolencia, pérdida de tiempo, inactividad y holganza en que puede incurrir el individuo que rehuye del trabajo si lo tiene o se resiste a buscarlo por falta de energía.
La primera parte del verso que estamos estudiando dice: Por la pereza se cae la techumbre. La Nueva Versión Internacional lo traduce así: Por causa del ocio se viene abajo el techo.
Cuando empezamos un nuevo proyecto por lo general hay entusiasmo, ganas y empuje, pero conforme pasa el tiempo y los resultados que tanto deseamos tardan en llegar, empieza a venir el desánimo y la apatía. Poco a poco dejamos de poner esfuerzo y postergamos cada vez más las responsabilidades.
Claro, hay proyectos que si se descuidan no ocurre más que una simple pausa, quizá un tropiezo pero otros que a la más mínima señal de pereza, empiezan a venirse abajo.
Los techos requieren cierto cuidado, hay que sostenerlos con bases fuertes, para que ante cualquier fenómeno se mantengan firmes. De esa misma forma hay aspectos de nuestra vida que requieren un cuidado diario porque al primer atisbo de pereza, las columnas que los sostienen se tambalean.
B) Que nos hunde en la negligencia
Y una vez entregados a la pereza y viendo tambalearse los cimientos lo siguiente que usualmente ocurre es que nos entregamos por completo a la negligencia. Dejamos de hacer las cosas porque si ya no se puede cambiar nada, ¿qué caso tiene intentarlo?
En la siguiente parte del versículo dice: y por la flojedad de las manos se llueve la casa. Aquí se utiliza la expresión hebrea shiphluth que hace referencia precisamente a la negligencia, a una expresión en específico muy útil para nuestro estudio: “hundimiento de manos”. Que no es otra cosa que dejar caer las fuerzas, el impulso y la motivación.
Cuando damos el primer paso hacia la pereza y no somos lo suficientemente veloces para retractarnos, la consecuencia final es la indiferencia absoluta. El descuido total de todo aquello que debería importarnos y mucho.
No por nada Salomón al referirse a este tema dijo en los Proverbios 6:6-8:
Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.