La Biblia dice en el libro de Eclesiastés 12: 10-11
Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.11 Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
Introducción
En el proceso de la comunicación uno decide, en su calidad de receptor, a quién convertir en emisor del mensaje que queremos escuchar. En este mundo hay infinidad de voces. De hecho podemos oír y también ver lo que queramos oír y ver. La era digital ha hecho posible escuchar casi todo lo que quisiéramos escuchar.
Podemos atender necedades y repetirlas en nuestra vida, pero también podemos oír a los sabios de este mundo y aprender y ser instruidos en aquellas materias que desconocemos a fin de tener referentes que nos ayuden a tomar las mejores y más correctas decisiones en nuestra vida personal.
El Predicador fue un hombre que trató por todas las formas de no solo de acopiar los proverbios, refranes, dichos y sentencias de sabiduría popular, como vimos la semana pasada, sino también de escribirlos, sin embargo una vez que los tuvo en sus manos emprendió un tercer esfuerzo, igual de importante que los dos primeros: enseñarlos y darlos a conocer.
En los dos versos que meditaremos en esta ocasión la expresión “palabra” se repite tres veces para señalar el valor que tiene la palabra, pero no cualquier clase de palabra sino la de los sabios catalogada como palabras agradables, de verdad e incisivas, tres definiciones suficientes para comprender la necesidad de atender a los sabios.
Las palabras de los sabios son fundamentales, básicas e imprescindibles para todos porque en ellas encontramos consejos, instrucciones, dirección y sobre todo mucha experiencia que puede orientar la toma de decisiones que debemos hacer siempre porque siempre tenemos desafíos de vida.
Es evidente que el Eclesiastés nos está conduciendo a la fuente de la prudencia y al origen de la sensatez porque nos ánima a oír a quienes gracias a su temor a Dios y su experiencia de vida pueden hacer mucho por cada uno de nosotros a través de lo que han recopilado de sabiduría.
El hombre se debate entre lo vano y lo eterno
Porque no atiende las palabras de los sabios
A. A pesar de que son palabras agradables
B. A pesar de que son palabras de verdad
C. A pesar de que son incisivas
Inevitablemente y muy a nuestro pesar, la vida nos podrá en situaciones donde necesitaremos de un consejo. No importa la edad que tengamos. Tampoco importa la profesión u oficio que desempeñemos; la vida nos lleva en muchas ocasiones a encrucijadas donde requerimos con urgencia buenos y oportunos consejos.
Pero, ¿de quiénes pueden proceder esos consejos?, solo de hombres sabios. Y usted puede preguntarse ¿dónde están esos hombres sabios? y la respuesta es: en la Escritura. Salomón es uno de los tantos que tienen algo que decirnos sobre los más diversos asuntos complejos con los que lidiaremos a nuestro paso por la tierra. Pero no es el único. En la Biblia hay demasiados.
Pero a veces no los queremos ni oír ni seguir porque a nuestro juicio parecen absurdos o totalmente fuera de lugar de nuestra realidad.
A. Pesar de que son palabras agradables
La frase “palabras agradables” que usa la versión Reina Valera 1960 tiene otras traducciones en distintas versiones de la Biblia: “palabras adecuadas”, “palabras atractivas” y “frases felices”.
El sentido de estas traducciones es que las palabras de los sabios tiene la virtud de buscar poner y exponer ideas claras y precisas para que todos las puedan entender. Un sabio jamás creará confusión, un hombre dedicado a la sabiduría bíblica será directo y esclarecedor ante una situación compleja.
Un ejemplo de esta clase de palabras la encontramos en el siguiente relato de 1º Samuel 12:1-10.
Jehová envió a Natán a David; y viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. 2 El rico tenía numerosas ovejas y vacas; 3 pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. 4 Y vino uno de camino al hombre rico; y este no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él. 5 Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. 6 Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. 7 Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, 8 y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. 9 ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. 10 Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer.
B. A pesar de que son palabras de verdad
En la vida en muchas ocasiones solo se necesita la verdad, pues es suficiente para tomar una determinación que nos puede ahorrar años de sufrimiento o un costoso quebranto financiero. En un mundo plagado de mentiras se agradece infinitamente encontrar alguien que pueda iluminarnos con veracidad.
En la Escritura encontramos también la verdad que descubre la mentira y la pone en su lugar. Aquí un ejemplo:
En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. 17 Y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. 18 Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que esta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa. 19 Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. 20 Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto. 21 Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. 22 Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey. 23 El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive. 24 Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada. 25 En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra. 26 Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor mío! dad a esta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo. 27 Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquella el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre.28 Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.
C. A pesar de que son incisivas
El verso once de nuestro estudio dice así:
Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
Los aguijones eran instrumentos agrícolas de metal que servían para dirigir a los toros o bueyes que araban. Eran puntiagudos de tal manera que la bestia tenía que seguir un camino para evitar el dolor que le provocaba chocar con la punta del metal. Esa es la comparación que hace el Predicador con las palabras de los sabios.
Son duras porque las necesitamos para evitar salirnos del camino. Son severas porque en un mundo lleno de mentiras adornadas con gracia es fácil desviar el camino. Necesitamos palabras que nos ayuden a seguir el camino recto al que Dios nos ha llamado.