La Biblia dice en Eclesiastés 7: 10
10 Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
Introducción
Me gustan las diversas traducciones que hay sobre este verso: Por ejemplo la Nueva Traducción Viviente lo hace así: “No añores viejos tiempos; no es nada sabio”. En tanto que la Nueva Versión Internacional traduce así: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales preguntas.”
La versión Dios Habla Hoy dice así: “Nunca te preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor, pues ésa no es una pregunta inteligente.” Mientras que la Traducción al Lenguaje Actual lo hace de la siguiente forma: “Hay quienes se quejan de que «todo tiempo pasado fue mejor». Pero esas quejas no demuestran mucha sabiduría.”
Salomón quiere que las personas no se queden ancladas en el pasado. Añorar los días, las semanas y los meses pasados por muy buenos que hayan sido no siempre es lo mejor para las personas porque la nostalgia aprisiona, la evocación del pretérito y el recuerdo de glorias pasadas lo único que hace es confinarnos a una etapa de la vida que ya pasó.
Y de acuerdo a Salomón eso ni es sabio ni inteligente. Y entonces si no tiene esas virtudes resulta hasta necio extrañar o echar de menos lo sucedido en el pasado porque no volverá a ocurrir. Ha quedado justamente solo como un recuerdo y nada más. Pensar que fueron los mejores momentos es una especie de reproche al presente.
El autor del Eclesiastés toca un tema muy sensible para todos porque el problema de la nostalgia con los años anteriores es que nos hace salir de la realidad, nos hace rechazar el presente y nos maniata para acometer el futuro porque si todo pasado fue siempre mejor para que hacer algo en el hoy.
Es muy posible que en los años anteriores hayan pasado muchas cosas buenas, pero eso de ningún modo hará que en automático ahora sigan pasando, sino que es deber y obligación de cada uno hacer que sucedan cosas buenas. Salomón sabe que hay un dejo de queja en la pregunta que por eso dice que no es sabio hacerla.
El hombre se debate entre lo vano y lo eterno
Porque vive de la nostalgia
A. Pensando que el pasado fue mejor
B. Ignorando que no eso no es sabio
Es muy común escuchar personas que a modo de queja dicen que la década de los ochentas fue la mejor por todos los acontecimientos registrados. Algunos disienten de esa fecha y piensan en los setentas, sesentas y hasta los cincuentas. Cada quien piensa que los mejores años fueron los que vivió en su niñez y juventud.
No hay ningún problema en hacer esas afirmaciones, pero cuando están acompañadas de cierta carga de queja o molestia, entonces, incurre en una apreciación equivocada y una especie de queja por la vida que uno tiene en el presente y eso definitivamente es muy necio o poco sabio.
De eso nos va hablar Salomón en este texto que nos sirve para estudiar la palabra de Dios en el libro de Eclesiastés.
A. Pensando que el pasado fue mejor
Salomón recomienda nunca decir o más bien preguntar: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? La razón que lo lleva a esta conclusión es porque la interrogante revela grandes equivocaciones y sobre todo conlleva una oculta queja del presente que se vive.
Nosotros somos la generación de la pandemia o del Covid-19. La historia nos recordará así. Como aquellos que vivieron cuando en México y todo el mundo la gente se tuvo que guardar un año completo. Se nos señalará como las familias que no enviamos a nuestros hijos a la escuela un ciclo escolar completo.
En esas condiciones pensar que los tiempos pasados fueron mejores o las generaciones que nos antecedieron tuvieron “mejor suerte” que nosotros porque a ellos no les tocó vivir lo que a nosotros nos ha tocado enfrentar con un mal que se ha llevado a nuestros seres queridos, sino que ha provocado que nuestra economía se tambalee o de plano se caiga.
Salomón nos llama la atención para que no permitamos que la nostalgia o la añoranza nos haga pensar que el pasado fue mejor porque al decirlo estamos diciendo que el presente o nuestra vida esta peor. Pensar que el pasado fue mejor es negarle su valor a lo que ahora tenemos y también vivir de algo que ya se fue.
El pasado por más bueno que haya sido se ha ido para siempre y añorarlo lo único que provoca es que descuidemos lo que hacemos hoy para forjarnos un mejor futuro para nuestras vidas y la de nuestros seres queridos.
Voltear al pasado es para muchos la única opción cuando las circunstancias en el presente son difíciles. Recordar lo que se ha ido se convierte para muchos en la única alternativa viable para quienes la realidad parece devorarlos con sus problemas y adversidades que les roban sus fuerzas y sus esperanzas.
Salomón nos pide evitar esa actitud porque en lugar de servirnos y ser útil para enfrentar lo que estamos atravesando, se convierte en un dique o muro para salir de nuestras dificultades. El presente debemos enfrentarlo con ánimo y esperanza. Sin queja o desgano porque todo parece salir mal.
A los que en el pasado tuvieron grandes satisfacciones y en el presente todo parece haber cambiado, el rey sabio de Israel dirige estas palabras para no quedarse anclados en el pretérito que posiblemente haya sido muy bueno, pero que no volverá porque se ha quedado solo en el recuerdo.
La nostalgia no nos ayudará nunca a resolver los desafíos que tenemos en el presente. La añoranza no colaborará para enfrentar los retos que el hoy nos propone y por eso debemos hacerla a un lado.
B. Ignorando que eso no es sabio
Salomón dice que pensar que el pasado fue mejor que el presente no es sabio. Si el texto lo presentamos de otra forma podríamos decir que afirmar que lo que ocurrió antes fue mejor de lo que hoy sucede es necio. En otras palabras se cae en la necedad cuando se cree que lo que hoy vivimos es peor que lo que pasó.
El Eclesiastés desea fervientemente que sus lectores y escuchas puedan tener presente siempre que la mejor manera de enfrentar esta vida es con sabiduría y por ello procura en todo momentos que destierren de su vida todo resquicio de insensatez para atender lo que ocurre en su existencia.
La manera que tratamos el pasado en nuestra vida nos expone de nueva cuenta para conocer si somos sabios o somos necios. Hemos visto que la necedad es un estado definitivamente dañino para todos porque una persona así carece de prudencia, vive haciendo locuras y comete insensatez tras insensatez.
El Predicador apela aquí a una determinación que se debe tomar frente al pasado y es la de ser sabios. La sabiduría o necedad dependerá de cómo lidiamos con la nostalgia y añoranza que a veces nos llega con una fuerza descomunal y nos paraliza. Debemos derrotarla para siempre.
Debemos olvidar el pasado y enfocarnos en el presente para construir nuestro futuro. Quien mejor ejemplo nos dio de esa actitud fue el apóstol Pablo que escribió lo siguiente:
En Filipenses 3:13 apuntó olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante.
Pablo tomó una decisión con su pasado: olvidarlo. Dejarlo atrás. Prescindir de todo lo sucedido en días, semanas y años anteriores porque sabía que anclarse en el pasado impide extendernos hacia lo que está adelante. El pasado tiene la perniciosa capacidad de aprisionarnos e inmovilizarnos.
La palabra griega para “olvidando” es interesante. Procede de la palabra “epilanthanomai” que a su vez procede dos vocablos: “epi” que es una preposición que tiene diferentes usos como “a”, “en”, “por” y “antes” y el vocablo “lantano” que se traduce como “ocultar”, “en secreto”, “sin darse cuenta”.
En el Nuevo Testamento la palabra se usa ocho veces. Dos de ellas Mateo 16:5 y Marcos 8:14 para referirse a que “los discípulos olvidaron llevar pan”.
La palabra olvidar tiene el sentido de un olvido completo, es decir, de no recordar absolutamente nada como cuando dejamos olvidado algún enser en casa o algún lugar a donde viajamos. Literalmente algo que queda oculto y jamás volvemos a pensar en ello.
Cristo dijo que el vino nuevo ha de servirse en odres nuevos porque el vino nuevo en odres viejos lo único que hará será echar a perder el fruto de la vid.