La Biblia dice en Mateo 6:13

“Mas líbranos del mal.”

La historia de Ana Frank es estrujante, conmovedora y desafiante. Integrante de una familia judía que tuvo que huir de Alemania durante el régimen de terror de Adolfo Hitler, que encarnó como ningún otro ser humano de todos los tiempos la maldad y la brutalidad contra la humanidad, al grado de ordenar la muerte de más de seis millones de judíos.

En ese contexto, Ana Frank junto con sus padres y su hermana deciden huir del país germánico hacia Amsterdan, en los Países Bajos, pero el brazo maligno de los nazis los alcanzó hasta ese lugar y luego de meses de permanecer ocultos en una casa de amigos suyos fueron descubiertos y enviados a los diabólicos campos de concentración.

Fueron esos días cuando Ana Frank siendo apenas una adolescente escribió lo que hoy se conoce en el mundo entero como “El diario de Ana Frank” en el que plasma el drama que vivió en los días en los que el mal parecía haber tomado carta de naturalización en toda Europa, pero particularmente en Alemania, donde desaparecer un judío se convirtió en práctica común.

El mal se presentó crudo, sin careta y sin la más mínima posibilidad de confundirlo o desconocerlo. Fueron días duros para los judíos e imborrables para toda la humanidad, que sin los medios de comunicación que hoy contamos, conocieron poco a poco la barbarie que se vivió en todo el territorio europeo.

El mal dejó de ser un concepto moral, filosófico o teológico para materializarse en una persona que arrastró a toda una nación y a otros pueblos a un hecho que hasta esos días nunca se había presentado: aniquilar a un pueblo al consideraba culpable de todos los males que los alemanes vivían. Sí, el mal tomó forma humana en Hitler.

Ana Frank nos cuenta esos días en su diario, días por los cuales Jesús nos pidió que oráramos para que nos librará porque la oración modelo con que nos enseñó a clamar al Padre no solo involucra rogarle que no comentamos maldades, sino que nos guarde de los malvados cuando llegan al poder o incluso cuando son nuestros vecinos. Un malvado siempre hará mal.

La maldad no tiene límites. El ser humano lleva incubado en su naturaleza caída deseos destructivos, intenciones oscuras no en balde un poética asiático dejó plasmada en una poesía esa verdad: Los seres humanos somos como la luna, tenemos un parte clara, pero también una parte oscura que siempre escondemos de todos los demás.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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