La Biblia dice en Job 18:16

“Es como un árbol de raíces secas y ramas marchitas.”

Así define Bildad, el amigo de Job, a los malvados, siguiendo estrictamente el pensamiento del salmo uno que muestra en el sentido opuesto al justo como un árbol plantado junto a corrientes de agua que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Sin embargo el impío es retratado como un árbol a punto de caer.

Los malvados son uno de los amplios temas de la palabra de Dios porque son los grandes antagónicos no solo de los justos, sino de Dios mismo a quien le vuelven la espalda y niegan para vivir una existencia plagada de deseos y placeres que hacen de ellos seres insensibles y ostensiblemente rebeldes.

El retrato o descripción que hace Bildad no puede ser más exacto para precisar la triste y lamentable condición de todos aquellos que han decidido vivir lejos y distantes del Creador para cometer toda clase de vilezas contra su prójimo porque en cualquier momento, como ese árbol que menciona el libro de Job, pueden caer.

La ruina de los malvados puede llegar en cualquier momento porque su vida no solo se ha distancia del Señor, sino porque se ha habituado a vivir haciendo el mal, calumniando, dañando a su semejante y procurando siempre obtener ventaja de su egoísmo galopante en el que lo único importante son sus placeres.

El fin del impío es presentado también de manera clara en el salmo treinta y siete es comparado con el heno y la hierba que se secan y marchitan para luego desaparecer para siempre porque son fugaces como la neblina y son objeto de la ira divina por su conducta profana y contumaz ante los preceptos divinos.

Los malvados tienen una gran apariencia, pero en realidad son más débiles de lo que podemos imaginar. De allí que Bildad los presente en su justa dimensión: frágiles, efímeros y sin ninguna clase de resistencia, ante un pequeño embate del Creador en sus vidas y lo hace por varias razones.

La primera es para que no caigamos en su condición. La segunda para que no nos desesperemos cuando los enfrentamos y tercero para saber perfectamente lo que les acontecerá por más fuertes e imbatibles que parezcan.

Un ejemplo de esta verdad es el rey asirio Senaquerib que vivió en tiempos de Ezequías, monarca de Judá y que blasfemó contra Dios diciendo que ni el Señor de los ejércitos podría detenerlo ya que había vencido a todos los pueblos de la región y ninguno de sus dioses les habían podido ayudar. Lo mismo acontecerá con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, dijo.

Pero era un árbol de raíces secas y marchitas, que al regreso a su patria fue asesinado por sus propios hijos. El malvado tiene los días contados, eso es seguro totalmente.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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