La Biblia dice en Marcos 6:24
“Ella salió, y le preguntó a su madre: ¿Qué pediré? Le contestó: Pídele la cabeza de Juan el Bautista.”
La muerte de Juan el Bautista la decidieron dos mujeres. El último profeta que cerró la profecía judía, el heraldo de Cristo, el que tuvo el privilegio de bautizar a Jesús, el varón santo que vivía y comía austeramente fue decapitado por la voluntad de un par de mujeres que le pidieron a Herodes que lo martirizara.
La historia que relata Marcos en este episodio escalofriante y perturbador comienza con el señalamiento directo y claro de Juan contra Herodes porque había tomado como mujer precisamente a Herodías, quien fue esposa de su hermano Felipe, es decir vivía en amasiato con su cuñada y eso era inmoral y Juan se lo dijo.
Esta precisión a la vida de los amantes molestó demasiado a Herodías que comenzó a odiar a Juan a partir de ese momento y comenzó a urdir un plan para que el profeta fuera ejecutado por Herodes. La oportunidad para ella llegó el día del cumpleaños del monarca que vio a la hija de Herodías danzar que le ofreció hasta la mitad de su reino.
La joven no supo que pedir al rey y fue con su mamá quien le aconsejó que pidiera la cabeza del Bautista y éste accedió a tal petición y ordenó a sus guardias que decapitar al hijo de Elisabet y Zacarías, quien murió violentamente, como si fuera un criminal cuando solo vivió para servir a Dios.
Esta historia nos muestra que la perversidad o maldad no es prerrogativa exclusiva de los varones, la iniquidad se incuba también en las mujeres que suele verter sus odios y malquerencias de igual o peor forma que los hombres, como lo vemos en la biografía de estas dos mujeres.
Nos queda claro que también las mujeres pueden llegar a niveles de maldad impensables y que pueden provocar tal dolor en la vida de las personas que hasta los villanos más crueles pueden sorprenderse. La mujer que entró a la escuela de Nashvilee y tiroteó a niños y maestros es una prueba fehaciente de ello. Mató a tres niños y dos maestras y un guardia.
El lado oscuro de las mujeres siempre será perturbador y muy dañino. El pecado es igual de dañino para ellas y por eso al igual que los hombres requieren la salvación en Cristo.