La Biblia dice en Proverbios 13:3

“Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho se arruina solo.”

Uno de los grandes llamados que hace el libro de Proverbios a quienes se adentran a la sabiduría hebrea es la prudencia. La prudencia es la capacidad que las personas adquieren para tener cuidado con lo que hacen y dicen. Las acciones revelan mucho de nuestras intenciones, pero las palabras nos desnudan totalmente.

La lengua está puesta entre nuestros miembros y según el sabio Salomón pueden construir bien para nosotros o para quienes nos rodean o pueden ser letales para nosotros mismos y también para las personas que interactúan con nosotros permanentemente, por lo que se debe tener precaución con ella.

Somos lo que hablamos y retratamos nítidamente lo que hay en nuestros corazones cuando hacemos uso de la palabra. Jesús dijo explícitamente que de la abundancia del corazón habla la boca y por esa razón se debe ser muy cauto con lo que decimos, poniendo atención de cómo nos expresamos y a quién lo expresamos.

En su libro “Yo no vine a dar un discurso”, Gabriel García Márquez cuenta una historia que intentaré resumir en este espacio. Un mujer de un pueblo despertó una mañana, luego de una noche terrible y dijo: hoy sucederá algo trágico en este pueblo. Su familia le dijo que eran figuraciones suyas. Al salir uno sus hijos lo repitió a un amigo. Ese amigo se lo dijo a su familia.

Al salir a comprar carne la madre de esa familia le comentó al carnicero de la comunidad que algo trágico ocurriría en ese pueblo. El carnicero comentó esas palabras a otro de sus clientes. Ante ello ese cliente compró cinco kilos de carne. Si iba suceder algo trágico en el pueblo, él quería estar preparado. De pronto todo el pueblo decía que algo trágico iba a ocurrir. Luego alguien dijo que si eso iba a suceder, entonces habría que abandonar el pueblo y todos asintieron.

Sin embargo cuando se tomó la decisión, alguien dijo que las casas serían saqueadas al dejar el pueblo solo y entonces ese alguien quemó su casa. El ejemplo cundió y pronto el pueblo era una pira. Mientras salían todos de allí, la mujer del sueño dijo: sabía que algo trágico iba a ocurrir en este pueblo.

Las palabras tienen un poder inimaginable. Debemos tener cuidado con ellas para que no terminen por devorarnos y nos arruinen como dice el proverbios que hoy meditamos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

Deja tu comentario