La Biblia dice en Miqueas 2:11
Si alguno andando con espíritu de falsedad mintiere diciendo: Yo te profetizaré de vino y de sidra; este tal será el profeta de este pueblo.
El pueblo hebreo necesitó profetas que le hiciera ver lo equivocado de su conducta y entonces Dios le envió hombres para hacerle conocer sus grandes yerros, reprocharle su desviada conducta y llamarlo al arrepentimiento para evitar el castigo divino, pero ellos no los escucharon.
Miqueas fue uno de los videntes que Dios envió a su pueblo, pero Israel había perdido su sensibilidad, habían renunciado a escuchar a Dios y en consecuencia solo atendían aquellos que les endulzaban sus oídos y de ningún modo escuchaba a los verdaderos profetas que el Señor le mandaba.
Era de tal mangnitud su rebelión que el profeta Miqueas ironizó con ellos y les dijo que si cualquier persona con espíritu de falsedad, es decir, cualquier mentiroso, les profetizare las delicias que tiene el vino y la sidra, dos bebidas muy comunes en las tierras de Israel, ellos lo aceptarían y lo seguirían sin pensarlo dos veces.
Una profeta ideal para ellos sería uno que les llevará a los placeres de la vida, uno que no les demandará un cambio de conducta para dejar la insensatez y pasar o regresar a la sabiduría. Un profeta que no los llevara a una confrontación con el pecado, sino que les permitiera tolerar toda clase de maldad.
No podemos condenar a los hebreos del tiempo del profeta Miqueas porque muchas veces nosotros mismos solo atendemos a quienes nos solapan nuestra conducta irreflexiva y rehuimos o cerramos nuestros oídos a quienes por amor a nosotros nos piden cambiar de actitud, como nuestros padres por ejemplo.
El placer se había instalado en la vida de los judíos que todo lo que tuviera que ver con ese estado les encantaba y aun cuando fueran mentiras las que les dijeran quienes supuestamente hablaban a a nombre de Dios, ellos se sentían encantados y por eso cuando alguien les llevaba a meditar su conducta y cambiar de actitud, de inmediatolo alejaban de sus vidas.
Es verdad que cuando estamos en pecado, lo único que queremos oír es a quienes no nos dicen nada, pero eso es algo equivocado porque tarde o temprano descubriremos que en realidad necesitamos a una persona que confronte lo que somos con lo que hacemos de acuerdo a la realidad de ser hijos de Dios.