La Biblia dice en Números 25:13
“Por la cual le entrego, a él y a sus descendientes, el sacerdocio para siempre, porque tuvo celo por mí y obtuvo así el perdón para los israelitas.”
Finees o Pinejás fue nieto de Aarón, con una particularidad, era hijo de Eleazar y una de las hijas de Jetro, el suegro de Moisés, madianita que se unió al pueblo de Israel y esa condición lo excluyó del sacerdocio, porque algunos hebreos acusaban a Jetro, quien también recibe el nombre de Putiel en Éxodo, de ser un idólatra.
Pero su destino cambió por completo cuando defendió el honor de Dios frente a unos profanos que no tenían respeto por el nombre santo y bendito del Señor y Dios se lo reconoció al agregarlo para siempre al sacerdocio aarónico con todos los beneficios que eso implicaba.
Algunos piensan que fue un arrebato al atravesar con una lanza a un hombre llamado Zimri que tenía por esposa a una madianita ya que ambos en lugar de unirse al clamor por la mortandad que azotaba al pueblo de Israel o al menos abstenerse de ofender a Dios con su unión se entregaron a la maldad.
Sin embargo, Finés, como también escriben su nombre algunas versiones, decidió poner fin a esa actitud matando a ambos, lo que le llevó el reconocimiento de parte de Dios porque la muerte del matrimonio detuvo la plaga que había privado de la vida hasta a catorce mil personas que habían ofendido al Señor.
El honor de Dios fue restaurado por un hombre que ni se intimidó, como tampoco fue indiferente a lo que sucedía en el campamento de Israel, sino al contrario actuó, como se debe hacer cuando se le falta el respeto al nombre de nuestro Señor. Evidentemente no se trata de dañar a nadie, pero sí de alzar la voz ante los profanos y blasfemos.
La historia de Finees, Finés o Pinejás nos enseña a no quedarnos de brazos cruzados cuando se injuria públicamente el nombre del Señor. Indigarnos cuando se ofende a nuestro bendito Salvador es lo menos que podemos hacer y enfrentar valerosamente a quienes le faltan al respeto.
Dios premia a quienes asumen el riesgo de honrar el nombre de Dios frente a quienes se burlan y profanan su bendita dignidad. Se trata de alzar la voz para señalar los excesos que se cometen contra la santidad del Creador. Es el verdadero celo por su nombre y quien lo hace es premiado grandemente.