La Biblia dice en Lucas 1:38
“Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”
Una pregunta que no se contesta durante la celebración de la encarnación de Cristo es cuál es el espíritu de la navidad o cuál es el sentido de recordarlo año con año. Para algunos el nacimiento de Cristo es un evento anual que sirve para comer y beber, para otros representa regalos y momentos familiares y para otros no representa absolutamente nada.
Sin embargo, María resume claramente lo que ella vivió en esa difícil y dolorosa primera navidad en la que no tuvo ni siquiera un lugar digno para que su hijo naciera. Vaya ni siquiera tuvo un reposo antes de su parto, pues tuvo que salir apresuradamente de Nazaret a Belén para cumplir el edicto romano que ordenaba a los judíos empadronarse.
Ella entendió que servir fue, es y será siempre el sentido del nacimiento de Cristo. Después de escuchar instrucciones, planes y recomendaciones ella respondió con toda la sinceridad que se consideraba una sierva del Señor, una esclava, una criada dispuesta a entregar su vida para servir.
Y ese es la motivación con la que debemos reunirnos entorno de esa celebración: servir y hacer con la actitud que ella lo hizo, con plena disposición, sin ninguna clase de motivación incorrecta, con integridad, haciendo a un lado el egoísmo que nos caracteriza, dejando toda clase de orgullo y vanidad.
El mensaje de Gabriel fue procesado rápidamente por María que respondió afirmativamente y con determinación al plan que Dios tenía para su vida y lejos de sentirse un ser de luz o una persona con privilegios en realidad se considero una mujer destinada a servir.
En un mundo en un tiempo en el que todos exigen y pelean por mantener sus privilegios a costa de lo que sea, la actitud de esta mujer nos hace reflexionar seriamente sobre nuestra forma de concebir la vida. La vida tiene sentido si servimos, si ayudamos a nuestro prójimo, si estamos dispuestos a salir de nosotros mismos y darnos a los demás.
Cierto padeceremos ingratitud, sufriremos contrariedades, lloraremos porque nuestro servicio no es apreciado, pero qué importa si con ello agradamos a Dios como María agradó al Señor. El nacimiento de Cristo es, entonces, algo más que una noche llena de comida y regalos.
En es en realidad un llamado a servir, pero servir sin reservas, como un sirviente hace por su amo.