La Biblia dice en Job 20:4-5

“¿No sabes esto, que así fue siempre, desde el tiempo que fue puesto el hombre sobre la tierra, que la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento?”

La versión de la Biblia Dios Habla Hoy traduce este verso de la siguiente forma: “Tú sabes que siempre ha sido así desde que el hombre existe sobre la tierra: la alegría del malvado dura poco; su gozo es solo por un momento.” Esta es una estremecedora verdad sobre el destino de los malvados.

El problema de Zofar es que esa verdad no aplicaba en la vida de Job porque él era un hombre justo, piadoso y apartado del mal. Ni era malo, ni tampoco era un impío y los sufrimientos tenían otro cariz que ninguno de los tres amigos de Job, ni el patriarca mismo sabían su origen.

Sin embargo, las palabras de Zofar nos sirven mucho para comprender la condición de todos aquellos que dedican su vida a hacer el mal, que ocupan su existencia para vivir haciendo maldades. Ellos deben estar conscientes que su alegría no es perpetua, todo lo contrario es excesivamente breve.

Los hacedores de maldad desde el comienzo de la humanidad no han podido disfrutar de los bienes que alcanzan. Les ha sido negada esa posibilidad. No pueden alcanzar la plenitud de la dicha nunca porque su existencia tiene como cimiento hacer mal cualquiera que se topa con ellos en su camino.

El amigo de Job nos está llevando a la clase de sufrimiento que padecerán los malvados en esta vida. Todo el capítulo veinte contiene los sufrimientos de los impíos. De hecho el capítulo termina con la siguiente admonición: “Esto es lo que Dios ha destinado para el malo; ésta es la suerte que le tiene preparada.”

Y la dificultad del Zofar fue que no pudo diferenciar entre los padecimientos de un justo y las tribulaciones de un impío. Llegó a equivocarse grandemente porque puso entre los malos a Job. Algo que nos pasa muy comúnmente a todos cuando tratamos de explicar el dolor entre las personas.

Sin saber en realidad que el Creador está probando la fe de una persona, asumimos casi instintivamente que la persona que sufre es porque es mala, sin tener la certeza del por qué hombres y mujeres padecen y eso nos convierte en jueces implacables contra aquellos que lloran por su sufrimiento.

Debemos decir con toda claridad lo que muchos no creemos: los malvados también sufren.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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